La lógica del señorito
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
ANTÓN LOSADA
Una de las constancias que quedarán de los años de la crisis será cómo llegó a recuperarse entre nosotros la lógica del currito. Ya nadie era rico. Todos éramos trabajadores, clase media abandonada en medio de la tormenta. Todos nos sentíamos víctimas de una desgracia colectiva, aunque supiéramos que tenía poco de accidente y unos pocos no fueran tratados con la misma saña cruel. La crisis descubrió a muchos la solidaridad del precariado y el valor de la hermandad de la catástrofe. La carrera por el éxito iba a ninguna parte. Que nos dijeran que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades nos hizo hasta más fuertes.
Cayetano de Alba y el dueño de Mercadona podían indignarse las veces que quisieran viendo esa España del subsidio y la molicie donde había desaparecido el orgullo del trabajo bien hecho. Les permitíamos soltar esas memeces porque, aunque sabemos que jamás asistiremos a tantos eventos hípicos ni tendremos a tanta gente trabajando como chinos, conocemos la importancia de la educación.
Entonces 'el sueño español' lo encarnaba 'la Roja' porque funcionaba como un equipo. No había estrellas, solo curritos comprometidos y dirigidos por Vicente del Bosque, un hombre sabio que decía cosas como que lo importante no era ganar sino cómo se gana.
La recuperación que pregona Mariano Rajoy, y que hasta a los telediarios de TVE les cuesta ver, debe ser cierta porque regresa la manera de pensar que dominó durante la era del ladrillo y el 'brilla-brilla'. Vuelve la lógica del señorito. Todo lo que no sirva, no funcione o sea viejo, se tira. Como cuando nos creíamos ricos España se llena otra vez de campeones que todo lo arreglan poniendo a la gente en su sitio y dando golpes de autoridad.
El príncipe azul Albert Rivera
Ahora que la Gürtel va para juicio, la pobre Dolores de Cospedal ha pasado de ser la única que daba la cara a resultar la única culpable señalada por cuantos corrían a esconderse. A Pedro Sánchez no le dan ni los cien días de gracia. Los alegres muchachos de Podemos ya no llegan ni a frikis porque se los lleva para comer un Albert Rivera que parece su versión en príncipe azul. Pérez-Reverte ha despedido con cajas destempladas al Alatriste televisivo que no dio el 'share' y, por acabar con el sector de los intelectuales, ni a 'la princesa del pueblo', Belen Esteban, le perdonan haber ganado 'Gran Hermano Vip' partido a partido.
Pero entre todas las víctimas del retorno de la lógica del señorito ninguna tan injusta como el gran Del Bosque, caricaturizado ahora como un viejo que no se entera y cree regentar un balneario. Es la prueba viviente de que en España no molesta que la gente triunfe. Lo que de verdad irrita es no poder tirarla abajo más deprisa.
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