Me llamo Beatriz, tengo derechos

RAMÓN LOBO

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El aborto es un asunto político; también privado. Los grandes debates morales casi nunca tienen en cuenta a las personas que los padecen, sus sentimientos. Sucede también con la estadística: millones de pobres, ninguna historia humana. Se venden como principios sacrosantos e inamovibles cuando la moral es una forma de ideología que muta, tiene épocas y modas; sucedió con la esclavitud, la Inquisición, el voto femenino. Aunque parecen batallas nuevas -bodas civiles, divorcio, eutanasia, aborto, matrimonio gay- es la misma. Lo que está en juego es la libertad individual frente de la imposición de un grupo, la libertad de elegir. Es un pilar innegociable de la democracia.

Cinco países de América Latina -El Salvador, Guatemala, Nicaragua, República Dominicana y Chile- mantienen la prohibición total de abortar. Sin excepciones, como demostró el caso de la joven salvadoreña de 22 años de edad llamadaBeatrizpara proteger su identidad real. Ni el peligro de muerte de la madre que portaba un feto inviable fue argumento para la Corte Constitucional de El Salvador. El bebé, como auguraron los médicos, solo sobrevivió unas horas al parto; sin cerebro sus posibilidades de vida eran nulas.

Cuando surgen situaciones extremas se renueva el debate: niñas de apenas 10 años embarazadas a causa de una violación y a las que no se permite abortar. ¿Moral o sentido común? Preguntado por uno de estos casos, el cardenalCarlos Amigo, un franciscano que gobernó en Sevilla, esquivó la respuesta clara a cambio de otra entre líneas; habló de que a veces es necesaria la misericordia, un valor olvidado por la Iglesia. Además de los prohibicionistas absolutos, hay otros como México, Brasil y Venezuela que solo permiten el aborto en caso de grave peligro para la madre. La violación no es un supuesto; la edad de la embarazada, tampoco.

En Europa quedan como islas las muy católicas Irlanda y Polonia. Y quizá pronto se sume la España deGallardónyRouco Varelaque regresa sobre sus fueros.

La religión ayuda a explicar lo inexplicable, a sofocar los miedos primarios. A más desconocimiento, más necesidad de magia, de mitos y seguridad. La ciencia explica ese mismo mundo, pero exige más lentitud y rigor en los enunciados. Según avanza, se encogen el misterio y la fe.E pur si muove,que dijoGalileo Galilei.

El bosón de Higgs era una de las últimas fronteras astronómicas de Dios. Nada queda del mundo en seis días ni del descanso en el séptimo. Lo que durante siglos fue una verdad incuestionable, cuya sola discusión podía costar la hoguera, es hoy una metáfora. El científico Stephen Hawkingafirma que se puede explicar el mundo sin necesidad de dios. Esa autosuficiencia no impide la creencia individual. Pese a los avances en el conocimiento sobre el origen de la vida y del hombre, el fanatismo no cede, aumenta, se multiplica en las tres religiones del Libro.

La fe, derecho individual

La fe no entiende de razones, es un sentimiento; quizá un derecho fundamental, pero un derecho individual no colectivo. La iglesia y sus aliados libran todas las batallas; ahora contra el matrimonio gay. En el fondo es una lucha por el poder, mucho más visible en los países pobres, los que salen de conflicto civil, los desestructurados. La clave es la escuela, el adoctrinamiento, la educación de las élites. El aborto y la eutanasia activa, son parte de la misma guerra. Los que defienden la vida de los no nacidos bendicen las nuevas formas de esclavitud de los ya nacidos, olvidan el hambre, la pena de muerte.

Cuando se argumenta desde la fe no sirven los datos, incluso los inapelables. La revista médicaThe Lancetprueba que en los países en los que está prohibido el aborto se produce un mayor número de interrupciones de embarazo, y más muertes de madres. Estos datos coinciden con los de Naciones Unidas.

Hace años un hombre me dijo en el norte de Nigeria: «El Corán es mi Constitución». Eran tiempos difíciles en aquella zona, como lo siguen siendo ahora: radicales islámicos atacaban a los cristianos en Kano y Kaduna, querían imponerles lasharia(ley islámica). Respondí: «Si dijera que la Biblia es mi Constitución no podríamos vivir en el mismo país» y razoné en favor de una Carta Magna civil que incluyera a todos. El hombre me miró sorprendido, como si su interlocutor viniera de otro planeta, e insistió en su cantinela: «El Corán es mi Constitución».

Esa frase no es inocua, es el lema de los wahabís de Arabia Saudí, un exportador de extremismo religioso. Algo tolerable para Occidente porque también exporta petróleo. A veces las cosas de Dios y las del diablo parecen ir de la mano. No solo con las riquezas, también en el caso deBeatriz.