En sede vacante

La libreta de anillas de color azul

josep Maria Fonalleras

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No soy amigo de Núria Pòrtulas. No la conozco y es muy probable que, si hablara con ella, las discrepancias ideológicas fueran tan contundentes que, pasados cinco minutos, el encuentro ya no tendría sentido. O quizá no, a saber. En cualquier caso, nada me acerca a su mundo, un universo de lucha anarquista y de confrontación con las instituciones. No he asistido a ningún acto de solidaridad con ella y no me he subido a ningún árbol de la plaza del Mercat de Girona para intentar pasar toda la noche en un colchón en defensa de esta chica de Sarrià de Ter. Nunca he sido de los que se suben a los árboles. Y, en mi condición física actual, menos aún. Pero sí soy de los que han celebrado su absolución. El Tribunal Supremo ha puesto fin a una historia, como mínimo rocambolesca, esperpéntica, que empezó hace tres años cuando la policía encontró, en su coche y en la casa ocupada donde vivía, propaganda anarquista y una libreta de anillas de color azul con anotaciones que implicaban «un claro ataque contra el Estado». Las intervenciones que entonces protagonizó Joan Boada, secretario general de Interior, fueron antológicas. Dijo que no era seguro que quisiera poner ninguna bomba, «aunque los indicios apuntan que ella, presuntamente, buscaba objetivos y colaboraba con una banda armada».

Ahora, la justicia ha dicho que no. Que la banda no existía y que sus contactos italianos tampoco eran terroristas. O sea: humo. Un humo que ha perturbado la vida de esta chica y de su familia. La democracia tiene muchos defectos, pero también tiene momentos pletóricos. Como los de confianza en un sistema que acaba disipando rumores y pistas falsas. Para completarlo, no estaría mal que alguien –Joan Boada o Joan Saura– presentara la dimisión.