IDEAS

La conspiración de los libreros

MIQUI OTERO

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Hace años, cuando pisé el despacho de uno de los alcaldes más corruptos de la provincia de Lugo, me dijo apostado en la mesa frente a su 'biblioteca': "Hacedme la fotografía con los libros detrás, que nunca tuve uno delante".

Anteayer pensaba en esto cuando rubricaba con un cochifrito una ruta de presentaciones de mi última novela que me había llevado en tres días a Salamanca, Plasencia y Segovia. A Letras Corsarias, La puerta de Tannhäuser e Intempestivos, librerías que se aliaron en La Conspiración de la Pólvora y que han ganado el Premio Nacional de Fomento de la Lectura.

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Los libreros de estos tres establecimientos, y también de otros donde he brindado en esta gira como Los Portadores de Sueños de Zaragoza o Literanta en Mallorca, entienden que su librería es casa: esconden aquel cojín que hoy no pega y aquel 'best-seller' que los avergüenza un poco, pero enfocan con su mejor lámpara su libro favorito y apuntan con un pizarrín una cita que han leído hace poco. Algunos podrían vender novelas sobre sus propias vidas: llegaron a jefes de gabinete de un ministerio, vivieron un primer amor en Barcelona tan literario que ríete de Bolaño, batallaron por la salud moral de televisiones autonómicas donde trabajaban como reporteros... Todos emigrando o volviendo, dejándose las indemnizaciones en montar una cueva donde no soportar a según qué tipo de gente y celebrar que existe de la otra; donde lamerse las heridas y recomendar libros que las restañan ('I read a lot', canta Nick Lowe); donde leer y brindar.

Aquella escena de 'Black Books' en la que un cliente ricachón pregunta si esos libros están encuadernados en piel de verdad, a lo que el librero contesta que son de Dickens de verdad. El cliente insiste en que tienen que ser de cuero para hacer juego con su sofá y que le pagará 200 libras si así es. Entonces el librero le pregunta si esos billetes están forrados de cuero, porque de no ser así se verá obligado a rechazarlos por no combinar con su cartera. Y lo echa.

Este tipo de libreros: los que quieren vender pero no a cualquier precio. Los que saben cuánto cuesta un libro. Y también su valor.