A PIE DE CALLE
Libre elección de centro escolar contra la desigualdad
La clave está en recordar que el derecho a la educación no solo es universal sino de calidad
Enric Canet
Escolapio y sacerdote. Director de Relaciones Ciudadanas del Casal dels Infants.
ENRIC CANET
Este abril se inicia el proceso de preinscripción en las escuelas públicas y concertadas. Son momentos de inquietud para muchas familias preocupadas por el futuro de sus hijos. Desean lo mejor para ellos y disciernen sobre cuál será el colegio que se adapte mejor a su carácter y circunstancias, ofreciéndoles el entorno educativo ideal. Algunas familias llevan tiempo pensándolo, consultando a otros padres, acudiendo a jornadas de puertas abiertas, comparando idearios y recabando información detallada en las webs. También la publicidad de los centros juega un papel importante.
Este interés creciente en la elección del centro educativo, demuestra que las familias quieren implicarse más en la educación de sus hijos a través de la escuela. Y esta es la apuesta más favorable para obtener el éxito: que familias y profesores trabajen conjuntamente, cada uno en su ámbito. Que las familias tengan la escuela como propia, que la aprecien. Que los claustros y las familias adopten compromisos conjuntamente, no garantizará al 100% el perfecto resultado futuro, pero lo potenciará muchísimo. El derecho a la elección de centro educativo constituye un pilar básico para muchas familias y colectivos.
Lo mejor para los hijos
Sin embargo hay familias que no eligen el centro. Van al que tienen más cerca o al que les asignan. Quizá alguien pueda pensar que esas familias no valoran suficientemente el trabajo escolar pero, en realidad, ¡a la mayoría les gustaría elegirlo! ¡Seguro que también quieren para sus niños el mejor centro! Con grandes espacios abiertos, jardines y pistas deportivas, aulas con luz natural, mucho material didáctico, tecnología punta, recursos y un gran equipo docente para adaptarse a la situación de cada niño y niña. Seguro que también estas familias desean disfrutar de un horario escolar amplio, con comidas de calidad para todas las edades, incluso para los adolescentes. Seguro que todos escogerían una formación abierta, con salidas, convivencias...; un aprendizaje enriquecedor y completo.
Pero elegir escuela es una oportunidad solo al alcance de algunas familias. Muchas familias difícilmente podrán hacerlo. Además, no tienen otros recursos posibles ni otros parientes que les ayuden. Son familias que no conocen las posibilidades de todo el abanico educativo, que no pueden acceder a una educación integral que incluya actividades extraescolares; que no tienen viviendas dignas donde seguir formándose ni dedicar el tiempo que querrían a los más pequeños, ahogadas por sus dificultades. Familias que no pueden decidir los mejores estudios posobligatorios para sus hijos, que corren el riesgo de quedar atrapados en el agujero negro de la falta de formación gratuita de los 16 a los 18, imposible de superar después.
Igualdad de oportunidades
Todas las madres y padres quieren lo mejor para sus hijos. Las familias con menos recursos también quieren que sus hijos e hijas estudien porque saben que es un paso hacia delante respecto a la realidad que ahora viven. Por ello, han hecho grandes esfuerzos personales sacrificando lo que tenían por el futuro de sus hijos. ¿No elegirían también el mejor centro, si pudiesen? No estamos en contra de la libre elección de centro, siempre y cuando sea un derecho de verdad para todos. Hoy, la elección depende básicamente de la renta y, por tanto, el debate de elección deja fuera a muchas familias. No nos engañemos, aún no hemos llegado a ese nivel de igualdad para todas.
La clave está en recordar que el derecho a la educación no solo es universal sino de calidad. La igualdad de oportunidades empieza garantizando la discriminación positiva y constante de la educación para los niños y los barrios que lo tienen más difícil porque parten de situaciones familiares y sociales duras y sin recursos. Un derecho que no tiene por que corresponder solo a la escuela, sino también fuera de la misma, durante toda su vida. Esta es la única manera para empezar a revertir el crecimiento imparable de la desigualdad social.
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