Peccata minuta

Libertad, cárcel, exilio...

No, señor Puigdemont, usted no ha querido ser el 'president' de todos los catalanes y catalanas

Puigdemont, este martes, antes de la rueda de prensa que ha ofrecido en Bruselas.

Puigdemont, este martes, antes de la rueda de prensa que ha ofrecido en Bruselas. / periodico

JOAN OLLÉ

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La carrera de Puigdemont está siendo meteórica: de alcalde de capital de provincia a president de la Generalitat a dedo y luego fugaz president de la República Catalana en el exilio hasta constituirse en martillo de herejes de la Unión Europea: Mannneken Pis estelado. Llegado tan alto, Girona se le va a quedar en nada.

Quiero recordarle, president (el trato protocolario no se pierde), que todas sus presuntas proezas no son más que clamorosos errores de la política española (al aporrear a ciudadanos convencidísimos de las profecías y mentiras que su Govern, con la inestimable colaboración de TV-3 y Catalunya Ràdio, ha venido vertiendo sobre siete millones de porosos ciudadanos) y de la justicia española, que no ha sabido tener en cuenta que con según qué decisiones puede ser peor el remedio que la enfermedad. Lamela se pasó mil pueblos (tal vez el más perjudicado políticamente –inadecuada cárcel aparte, fábrica de mártires– sea Rajoy; el juez Llanera ha sido juez, no parte). Pero mantener aún hoy que toda la larga lista de jeroglíficos a los que ha recurrido el secesionismo hasta proclamar una república de broma –evitando descolgar la bandera española del mástil del Palau, eso sí– no merecían el lógico y rotundo no europeo (ni Flandes) es, simplemente, vivir en otro mundo, el suyo, que pretenden que sea el de todos.

Una vacía frase altisonante

No, señor Puigdemont, usted no ha querido ser el president de todos los catalanes y catalanas. El tan reiterado «mandat del poble», surgido de un referéndum ya solo simbólico antes de celebrarse, solo es una vacía frase altisonante para declinar responsabilidades y confiarlo todo al deseo de calle de menos de la mitad de la sufrida y sufriente población. ¿Dónde estaban las estructuras de Estado, mentirosos? ¿Igualará la gran manifestación de hoy a Forcadell y Vila en su condición de traidores? Por más que griten «Som república», la cesada presidenta del Parlament lo negó el jueves en Madrid. Pónganse de acuerdo, por favor. Necesitamos políticos, no registradores de la propiedad ni boy-scouts.

Que Europa no vive su mejor momento es evidente: solo hay que contar los refugiados a los que se comprometió a amparar el Viejo Continente, así como el imparable ascenso de los partidos de extrema derecha, espacio político que nadie aún ha osado ocupar explícitamente en esta España que todavía se resiste a borrar muchos símbolos y actitudes del franquismo. Que muchos aspectos de la actual España del PP sean más que impresentables en sociedad no debería haber llevado a la muy pacífica Catalunya a hacer trampas al solitario consigo misma ni a saltarse pantallas ni a usar la violencia retórica contra el sentido común, la más democrática de las leyes.