Libertad de acentuar

XAVIER BRU DE SALA

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Ya sabemos que la autoridad tiene por principal finalidad ejercitarse. Es un hecho natural e incontrovertible, puesto que si el poder no ejerce deja de ser reconocido como tal. Ergo, el Institut d'Estudis Catalans hace y hará bien en lucir vara de mando. Por mucho que se reboten los partidarios de la bullanga perpetua, independencia y jauja aún no son sinónimos. Los catalanes precisan disciplina. A mandar y dictar, pues, Secció Filológica, aunque fuera para poner problemas a los usuarios de la lengua en vez de resolverlos... que no es el caso, a juicio de cualquier bípedo que aloje en su caparazón, y juntos, una microdosis de sensatez y un vestigio de agilidad. En otras palabras, capacidad de comprensión y de adaptación.

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Así pues, esta pandilla de alborotadores que, por pereza mental y espíritu conservador, protestan contra la simplificación de los acentos sin entender la diferencia entre suprimir barreras de acceso y desnaturalizar un idioma, estas aves de corral sin alas que contribuyen día sí día también a la anorexia del catalán con su alergia a las subordinadas, el desconocimiento de la 'consecutio temporum', el ablativo absoluto y otras joyas de precio que consideran abalorios, este atajo de saboteadores de lo que presumen defender, deberían comprender, y podrían conseguirlo hasta los menos doctos, las normas de la acentuación en lengua italiana. De entrada, en el interior de las palabras no hay acentos, porque todas llevan la tónica incorporada. De salida, y aquí quería llegar, en italiano es recomendable o preferible, de ninguna forma obligatorio, usar acento en algunos casos, cuando hay peligro de error o confusión.

El cambio de los diacríticos es un primer paso para cargarse todos los acentos inútiles, que son el 99%. El ruso no lleva y tampoco le hacen falta, como a tantos idiomas. Para atajar a los sediciosos, solo hay que adoptar la discrecionalidad de acentuar en caso de duda manifiesta. Un 'ós d'os' con un 'os d'ós'. Y aquí paz y al IEC gloria.