La rueda

La leyenda de la nación errante

JOAQUIM COLL

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Una de las ideas colectivamente más nocivas que hoy se pronuncian, aunque sea desde la inconsciencia, es la afirmación de que Catalunya es una nación sin Estado. De ella se deriva que los catalanes somos como almas errantes que estamos condenados, al igual que aquel personaje espectral de la famosa ópera deWagner, a navegar por el mar de las naciones sin poder jamás alcanzar un puerto seguro, el que da tener Estado. Esta idea, lógica durante el franquismo, se fue desterrando a medida que se culminó la transición.Josep Tarradellassiempre la combatió, pues tenía claro que la Generalitat era una reformulación posibilista de aquel Estado catalán soñado por los viejos republicanos, ahora en el marco de una Monarquía parlamentaria y de un Estado español, finalmente, democrático, social y de derecho. TambiénJordi Pujol, en sus mejores tiempos (luego vinieron otros), insistió en la afirmación de que la Generalitat era Estado y su presidente el representante ordinario del Estado español. Decirlo fue una forma inteligente de prestigiar la institución y de hacerla comprensible a aquellos ciudadanos poco dados a sentirse almas errantes.

Por eso creo que últimamente estamos viviendo una fatal regresión, alimentada por ciertos intereses que, en el fondo, persiguen una gran abstención el próximo día 28. Es hiriente que algunos, comoJoan Laporta, se mofen tanto de este poder que es la Generalitat, que ha duplicado su presupuesto en los últimos cuatro años. De un poder que actúa con amplios poderes en materias esenciales, entre las cuales una tan propia de un Estado federal como es la seguridad interior. En lugar de sentirnos orgullosos de nuestro autogobierno, que da para mucho, nos dejamos arrumbar por el pesimismo. Así como en los negocios tendemos al pragmatismo (alseny), en política nos dejamos seducir cada cierto tiempo por el idealismo (larauxa). Subrayamos en demasía lo que nos falta y poco lo mucho que tenemos. La cacareada afirmación del fracaso autonómico nos condena a alimentar la leyenda de una nación errante y de unos catalanes, siempre insatisfechos, que parecemos no saber tener Estado.