Letra de batalla

Ignoramos si estamos ante una lucha decisoria o asistimos a la representación de un ensayo general donde todo el mundo improvisa

El 'president', Carles Puigdemont, durante el anuncio de la fecha y la pregunta del referéndum.

El 'president', Carles Puigdemont, durante el anuncio de la fecha y la pregunta del referéndum. / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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No acaba de quedar claro si el emperador Carlos V tuvo la iniciativa de desafiar su rival, el acicalado Francisco I de Francia, o fue al revés. El caso es que, como solía ocurrir en parecidos casos, no se llegaron a enfrentar nunca en combate singular según las reglas de la caballería, parece que por incomparecencia del francés, sino que fueron sus ejércitos los que chocaron en la famosa batalla de Pavía. Como es sabido, Francisco I cayó prisionero y, después de un año de cautiverio en Madrid, fue obligado a firmar un tratado de renuncia a sus aspiraciones, que no respetó como era costumbre antes, después y durante el siglo XVI.

Tampoco podrán esclarecer los historiadores si Carles Puigdemont tomó la iniciativa de desafiar a Mariano Rajoy o fue el mandatario de Madrid quien lo empujó a anunciar fecha y pregunta. Quedó clara el viernes la presentación de la letra de batalla. El referéndum no ha sido convocado formalmente y nadie sabe cuándo y cómo se pasará de las palabras a los hechos. Para los convocantes, el asunto es de la máxima seriedad y no piensan arrugarse. Para los defensores del orden establecido, el anuncio no pasa de pantomima, a pesar de que se disponen a librar la batalla en el momento en que la convocatoria sea oficial. ¿Hasta dónde llegarán? Los dos dicen que hasta el final. Pero el final es incierto. ¿Habrá urnas el 1 de octubre? No se sabe. No lo saben. Pero incluso los que piensan votar que sí a la pregunta, tienden al escepticismo.

SIN GUION NI PARTITURA

A pesar de las retóricas de origen medieval y pervivencia más allá del Renacimiento, la confrontación es real. Existe un fuerte, el Estado, y un débil, el independentismo. El débil piensa que el uso de la fuerza por parte del Estado le otorgará un plus imprescindible de votantes partidarios de la secesión. En la capital lo saben, y todo son conjeturas sobre las decisiones que tomarán para impedir que se celebre el referéndum sin caer en un uso excesivo de las medidas coercitivas. No hay guion, no hay partitura, tan solo una letra de batalla y un choque de placas tectónicas entre los soberanistas catalanes y sus oponentes.

Puestos a no saber, ignoramos si estamos ante una batalla tan decisoria como la de Pavía o asistimos a la representación de un ensayo general donde todo el mundo improvisa aunque, en apariencia y según proclaman a los cuatro vientos, se sepan el texto de memoria y lo tengan todo previsto.

EL DÍA DE LA VERDAD

La paradoja mayor del desenlace consiste en la posibilidad nada despreciable de que el vencedor de este episodio acabe perdiendo el día del estreno, es decir, de la verdad, que no sabemos cuándo será pero que tal vez vaya para largo. Si hay referéndum, la independencia cuenta con más posibilidades de perderlo que en el Quebec o Escocia. Si no lo hay, será el Estado quien perderá legitimidad a ojos de la mayoría de catalanes que desean resolver de una vez el pleito en unas urnas válidas. Las letras de batalla son muy fáciles de presentar. Las batallas, muy difíciles de ganar. Aun así, los franceses no sufrieron mucho por la derrota de Pavía. Catalunya, por su parte, siempre ha sido de los perdedores.