Peccata minuta
Leonard
Cohen moría mientras nacía Trump. Un canadiense cede su plaza a quien quiera huir de la peor América
Una noche de noviembre de 1975 a eso de las cinco de la madrugada, mi padre me despertó con champán para celebrar que Franco había muerto. Así que pasaron cinco años, y ya en diciembre del 1980, mi madre me volvió a despertar a eso de de las nueve de la mañana con la voz medio rota -más por mí que por ella- contándome que había oído por la radio que habían asesinado a John Lennon. Yo tenía los 25, llevaba gafas como las de John, me refugié en el lavabo y el agua de la ducha limpió mis lágrimas.
Diez años antes, en 1970 y a mis 15, la discográfica CBS lanzó al mercado un doble LP a precio de dos por uno titulado Llena tu cabeza de rock como muestra de sus artistas más destacados. Entre ellos figuraban Chicago, Santana, Laura Nyro, Al Stewart, Janis Joplin... y un tal Leonard Cohen, que cantaba You know who I am. ¿De qué extraño Dios o pecado había nacido aquella voz de humo que casi no cantaba? No supe qué decían sus palabras porque no conocía ni conozco el inglés, pero aún no he olvidado Suzanne, bailada contra los altos pechos de la hija de un estanquero de la Cerdanya en la tanda de lentos de la fiesta mayor. Luego, Toti Soler, en su mágico álbum Liebeslied, nos tradujo que siempre podríamos contar con Suzanne, que, en su cabaña, nos invitaba a té y naranjas llegadas de tierras extranjeras.
UN DISCO COMO TESTAMENTO
Ayer por la mañana no fue mi madre sino Mònica Terribas quien me hizo saber, mientras me duchaba y por la radio, que el monje judío y budista de voz de tabaco y traje Armani había muerto en Los Ángeles, víctima del cáncer, justo después de últimar con su hijo y en silla de ruedas, pero riendo, su último disco, su testamento, como Brel. «¿Qué es lo que más le gusta hacer con las mujeres, señor Cohen?» «Fumar muchos cigarrillos». Amor, sexo, religión, desesperación y elegancia.
Su hijo se llama Adam -el primer hombre-, al que escuché cantar en pequeño comité en el Dublín, un pub presuntamente irlandés de la zona alta de Barcelona y con quien luego compartimos unas Guinness. A su hija la bautizó Lorca, uno de sus máximos poetas junto a Walt Whitman. Y de aquí Take this walz, una de sus más incontestables canciones que nace del Pequeño vals vienés de Federico y Walt, poetas en Nueva York. El difunto Enrique Morente y la vivísima Sílvia Pérez Cruz la cantan de muerte, no se lo pierdan. Y, por debajo, siempre por debajo, discretísimas, las cuerdas de guitarra y mandolina del catalán Javier Mas, íntimo del canadiense y padre de mi amigo Mario.
Cohen moría mientras nacía Trump. Un canadiense cede su plaza a quien quiera huir de la peor América. Felipe VI, te envidio por haber podido tocar y hablar con Leonard cuando te hizo el regalo de aceptar el Premio Príncipe de Asturias. Descansa en paz, poeta.
- Una intensa granizada impacta en Barcelona y el litoral catalán
- El SMS que Hacienda está enviando a todos los que han hecho esto en su declaración de la renta
- Sumergir los pies en vinagre, la nueva tendencia que arrasa: estos son sus beneficios
- Catalunya rechaza el reparto de menores no acompañados llegados a Canarias que propone el Gobierno
- Encuesta elecciones Catalunya: El PSC se afianza en cabeza y Junts toma la delantera en su pulso con ERC
- Saltan las alarmas por el estado de salud de uno de los Mozos de Arousa
- Una familia recupera la titularidad de un piso de Girona tras varios intentos de desahucio
- Un luchador iraní es golpeado por el público y suspendido de por vida tras pegar una patada a una chica en el ring