Las lecciones del #Trexit

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Albert Sáez

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La gente anda cabreada con la victoria de Trump en las elecciones norteamericanas. Muchos se sintieron reconfortados el miércoles con la sensacional portada de EL PERIÓDICO: "Dios perdone a América". Pues eso. A muchos nos parece que los electores cometieron un error, democrático, pero error al fin y al cabo. Y cuando constatamos un error sentimos la pulsión de buscar el culpable. La primera tentación es culpar a los norteamericanos. "Ya sabemos cómo son", dijimos en la máquina del café. Lecciones, las justas. Los europeos perdemos en cualquier competición si nos ponemos a medir los errores democráticos que hemos acumulado en la historia con gradaciones diferentes: desde Hitler hasta Berlusconi. Sin mentar uno de los más recientes: Rajoy. La segunda diana de la ira popular contra la victoria de Trump fueron, como viene siendo habitual en las últimas convocatorias electorales, los sondeos. Ciertamente, muchos estábamos convencidos de la victoria de Clinton. Muchos dicen ahora que ya lo sabían pero en la mayoría de los casos no lo defendieron con la misma seguridad y contundencia que se defendió la posición contraria. No tenían datos en los que apoyarse. Las encuestas fallaron estrepitosamente en Wisconsin y Michigan. En el resto de los casos, avisaron de que podía pasar lo que pasó. Y decidimos no hacerles caso. Culpa nuestra pero no de los sondeos. Clinton sacó 25 votos electorales más de los que le atribuían como seguros las encuestas y Trump 115 más de los que parecía tener ganados. Todos los estados en disputa cayeron del lado republicano. Era posible y pensamos que era improbable. El tercer foco de la ira popular contra Trump fueron este miércoles los medios de comunicación y sus analistas. Posiblemnte se han cometido excesos. En la era de la información acelerada tendemos a valorar los hechos antes de que se produzcan e incluso mientras se están produciendo. De ese error debemos aprender pero sin olvidar que nos falta humildad y nos sobra prepotencia. Más a menudo los periodistas y los medios deberíamos reconocer que no sabemos qué pasa y mucho menos qué va a pasar. Incumplir la expectativa nos resta credibilidad y confianza.

Sabemos lo que ha pasado. Ni los sondeos ni las redes sociales han captado el comportamiento que iban a tener los electores. Hay que volver a empezar. Posiblemente no nos falla el trabajo de campo ni el tratamiento estadístico. Nos fallan los patrones de comportamiento que en la mayoría de los sondeos desvirtuan las conclusiones por la fragilidad de los datos. Como decía pocas horas después del 'Trumpazo', Antoni Gutiérrez-Rubí, este 2016 obliga a replantear los patrones de la demoscopia y de la ciencia política. El vuelco de Trump es histórico pero el mundo no es sustancialmente diferente de como era ayer aunque lo percibiéramos de otra manera.

Mientras hay lecciones que no queremos tomar y mucho menos aprender.

1) La representación política está en crisis en la era de la transparencia. Los líderes expuestos en los medios y en la redes a una mirada de 360 grados sufren de la impopularidad en proporción a su notoriedad. Muchos votantes tuvieron más en cuenta la intimidad de Clinton que la de Trump. 

2) Cargarse la clase media como se hizo para salir de la crisis financiera del 2008, tiene consecuencias. Las rentas extremas, consumen contenidos extremos y eligen líderes extremos.

3) La impunidad ante la corrupción en lugar de preservar el sistema lo dinamita desde dentro y da a alas a los empresarios corruptores frente a los políticos corruptos. Pasó con Berlusconi y pasa con Trump.

4) La izquierda, el progresismo o cómo le queramos llamar no tiene una respuesta ante el impacto negativo de la globalización en las clases medias y trabajadoras de los países industriales que quedan a merced del primer populismo que pasa, tenga la apariencia de izquierdas o de derehas.

5) La redes sociales digitales corren el peligro de ser el nuevo circo donde se desahogan las víctimas del sistema mientras los medios tratan de ejercer una influencia que ya no tienen. En esa tierra de nadie se cuela la politica simplista y simplificadora.