El futuro de Catalunya

Las elecciones al Parlament

Nadie en democracia puede pretender tener el monopolio de la verdad, pero aún menos el del país

EUGENI GAY MONTALBO

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Las elecciones al Parlament que próximamente convocará el president de la Generalitat hace meses que ocupan la centralidad de su política que, en alianza con Òmnium Cultural y la asociación autodenominada Assemblea Nacional Catalana y otras formaciones, estas sí políticas, han decidido darles el carácter de plebiscitarias y han reclamado concurrir a las mismas con una lista única del autodenominado sector soberanista. Afortunadamente ningún pueblo soberano puede confeccionar una lista única, como no lo ha podido hacer Catalunya, solo las dictaduras y las tiranías, como Corea del Norte, consiguen algo semejante y los resultados que desgraciadamente la historia nos ha legado no son precisamente deseables.

En esta ocasión la lista o la candidatura que pretende ser la oficial y a la que se le atribuye la categoría de lista unitaria está encabezada por el europarlamentario Raül Romeva, quien en la presentación de la misma, dijo: "vamos a por todas (sic), ya no tenemos margen. Esto va en serio y todo el mundo tiene que entender lo que haremos" y a ella se han unido personas de la denominada "sociedad civil" como Carme Forcadell y Muriel Casals, el presidente de ERC, el exentrenador del Barça y el president de la Generalitat, que ocupa el cuarto lugar, algo que entiendo resulta inédito en las democracias de nuestro entorno y, por supuesto, en Catalunya.

Sin embargo las elecciones no serán plebiscitarias, serán como todas las elecciones parlamentarias catalanas que han venido celebrándose desde la recuperación de la democracia, aunque en este caso hubieran podido hacerse de acuerdo con una ley electoral catalana que tanto la Constitución como el Estatut preven y que en más de 30 años no ha encontrado el consenso necesario en el Parlament para promulgarla. Es decir, cada circunscripción electoral tendrá los mismos diputados que tenía y serán necesarios para cada elegido el mismo número de votos que hasta la fecha precisaban según el territorio en el que voten, por lo que en ningún caso serán plebiscitarias ni refrendarias. Bien lo podrían haber sido, lo que necesariamente requeriría el cómputo claro de cada persona un voto, para evidenciar las mayorías.

Necesidad de diálogo

Qué duda cabe que la situación política por la que atravesamos no es fácil. Llevamos ya muchos años sumidos en una crisis que ha puesto a los gobiernos en verdaderos apuros para dar respuesta a las necesidades de la sociedad, especialmente de aquellos más débiles a quienes aún no han llegado los efectos de la recuperación macroeconómica. A ello hay que añadir, en nuestro caso, la falta de diálogo político y la gran corrupción que ha sumido a la ciudadanía en el desconcierto y en la indignación. Pero en lugar de afrontar los problemas con diálogo y dar inmediata y contundente respuesta a la corrupción, se ha preferido el cruce de acusaciones y el encastillamiento en las posturas partidistas. Los sucesivos resultados electorales han puesto de manifiesto hasta qué punto la sociedad no aprueba las gestiones políticas llevadas a cabo. El malestar, en Catalunya, se ha visto incrementado por algunas políticas totalmente desacertadas y desatentas a la realidad catalana. Sin embargo continúa siendo responsabilidad de los políticos no ahondar en las diferencias ni en las descalificaciones sino procurar, desde cada una de las legítimas opciones, convencer y, en su caso, pactar, a pesar del esfuerzo que ello suponga con el fin de proseguir en la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Una sociedad en la que el descarte no sea la solución y la inclusión su aspiración máxima, en el bien entendido que en la pluralidad de personas va implícita la pluralidad de pensamiento y de opciones políticas.

Ahora bien, en estas elecciones se plantea por algunas opciones políticas y ello es legítimo, entre ellas la denominada lista unitaria, la separación de Catalunya del resto de España, pero hemos de tener en cuenta que en estas elecciones solo vamos a participar y votar los catalanes y solo los catalanes; es decir quienes vivimos y trabajamos en Catalunya como tantas veces se ha repetido. ¿Puede una opción política advertir sin más: "vamos a por todas" (...) "todo el mundo tiene que entender lo que haremos"? Es posible que no todo el mundo lo entienda y es legítimo también que cientos de miles de catalanes no votemos esa opción y no la deseemos para nuestro más que milenario país. Catalunya es, ha sido y seguirá siendo Catalunya y ha de permitir que sus ciudadanos voten en conciencia en justo reconocimiento al esfuerzo que hacen levantando cada día el país sin complejos ni resentimientos. Nadie en democracia tiene el monopolio de la verdad pero aún menos del país, ni de su voluntad de ser. Quienes gobiernan son servidores de todos y nadie es sirviente de ellos.

Vicepresidente emérito del Tribunal Constitucional.