La carrera a la Casa Blanca

Las debilidades de Hillary Clinton

Si gana lo hará contando con los votos resignados que irán a la urna para evitar dejar el país en manos del imprevisible Trump

Donald Trump y Hillary Clinton, durante actos electorales.

Donald Trump y Hillary Clinton, durante actos electorales. / periodico

CARLOS CARNICERO URABAYEN

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¿No podrían los demócratas haber elegido a una candidata mejor para la Casa Blanca? En circunstancias normales, se jugarían perder la elección, pero esta vez se arriesgan poner a su país en manos de Donald Trump, un chusco 'showman' con tendencias fascistas. A este lado del Atlántico, con Europa patas arriba, las debilidades de Hillary Clinton son una pesadilla que nos acompañará las próximas semanas.

Comencemos por lo evidente. La victoria demócrata supondría un hecho histórico, como lo fue la de Obama en el 2008 para los afroamericanos. La llegada de la primera mujer a la Casa Blanca lanzaría un poderoso mensaje a tantas mujeres que se enfrentan a diario con un gran techo de cristal en el mejor de los casos y un muro de abusos y violencia en el peor. Sería una lástima que no lo consiguiera, sobre todo porque nos tocará suportar a Trump al frente de la gran potencia mundial. La última encuesta elaborada por 'The New York Times' muestra prácticamente un empate (44% para Clinton y 42% para Trump).

VOTOS RESIGNADOS

La candidata demócrata no entusiasma a sus posibles votantes. Si gana lo hará contando con los votos resignados que irán a la urna para evitar dejar el país en manos del imprevisible Trump, cuya última chaladura conocida fue un comentario que hizo el 11 de septiembre del 2001, al afirmar en antena que, tras los ataques, una de sus torres sería la más alta de Nueva York.

Un estudio del 'Pew Research Centre' muestra el bajísimo entusiasmo que despiertan los dos candidatos, conocidos como los más impopulares de la historia reciente norteamericana. Menos de un tercio creen que serían un "buen o gran presidente" (31% para Clinton y 27% para Trump) y son más quienes piensan que serían "terribles" en la Casa Blanca (33% Clinton y 43% Trump).

Es conocida la frialdad de Clinton en las distancias cortas y su incapacidad para emocionar, resaltada por la frescura de su predecesor, Obama, cuya lista de incumplimientos tras ocho años en el poder no puede ocultar la gran ola de esperanza que desató su elección a ambos lados del Atlántico. Curiosamente, el protagonismo de la convención demócrata lo tuvo Michelle Obama, cuyo emotivo discurso – "me levanto cada mañana en una casa construida por esclavos" -  supera hoy más de cinco millones de visitas en Youtube, frente al millón y medio que han visto el de Clinton.

ODIO CONTRA LAS ELITES

La candidata demócrata está hecha a la medida de Trump, particularmente vulnerable ante las fuerzas que le han visto emerger y que han propiciado el disparatado 'brexit' y la revuelta populista en Europa. Clinton es 'establishment' y dinastía en estado puro, la encarnación del poder de una elite en Washington que irrita a tantos americanos. La virtud de su experiencia como primera dama, senadora y secretaria de Estado -objetivamente una gran ventaja frente al inexperto Trump– son en esta era del odio contra las elites un motivo de sospecha para muchos, acentuado por las sombras que persiguen su gestión.

El asunto de sus correos electrónicos no termina de resolverse. El FBI interrogó a Clinton durante cuatro horas para determinar si el hecho de que utilizara un servidor privado para mensajear información sensible durante su etapa al frente de la diplomacia americana constituía un delito. Finalmente dieron carpetazo al asunto, pero el director del FBI reconoció que Clinton había sido "negligente". La publicación de los correos es un goteo constante, azuzado por la causa judicial que un grupo conservador impulsa contra ella. La macrofundación de Clinton, que desarrolla una gran labor en el mundo para ayudar a países en desarrollo, también está dañando su campaña al conocerse que algunos donantes, incluidos gobiernos extranjeros, quisieron aprovechar esa circunstancia para obtener un trato de favor por parte del gobierno norteamericano.

LA SALUD DE CLINTON

Hace días, Clinton, de 68 años, dos menos que Trump, cayó enferma y las cámaras captaron un momento de debilidad, al mostrarla semiinconsciente y ayudada para subir a su vehículo oficial. Su equipo dijo en un primer momento que sufrió una deshidratación, pero después reconocieron que a la candidata le habían diagnosticado una neumonía dos días antes. Hubiera sido un episodio anecdótico si no fuera porque Trump lleva repitiendo durante semanas que la salud de Clinton es frágil y que su naturaleza poco transparente le lleva a menudo a ocultar la verdad.

Quedan poco más de seis semanas para la jornada electoral y tres debates cara a cara en el horizonte, cuyo desarrollo son un enigma dada la imprevisible naturaleza del candidato republicano. Clinton es muy hábil en los debates, pero se enfrentará por primera vez a un nuevo tipo de contrincante, que no basa su éxito en la exposición de datos y argumentos, sino en insultos y exabruptos. Esperemos se imponga la razón sobre el 'show'.