Al contrataque

Las cosas como son

Banksy's Dismaland preview

Banksy's Dismaland preview / DA**LON**

MILENA BUSQUETS

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Mi hijo de 8 años casi no sabe quién es Miguel Ángel pero ya sabe perfectamente quién es <b>Banksy</b>. No porque se lo haya explicado yo, en todo lo relativo a la vida intelectual de mis hijos, adopté desde el principio el mismo criterio que utilizó mi madre con mi hermano y conmigo: meterme lo menos posible. Que todo (libros, películas, música, la posibilidad de ir al teatro y de visitar museos) esté al alcance de su mano, pero no obligarles a nada. Las dos hubiésemos preferido mil veces tener hijos salvajes antes que tener hijos pedantes. Al final, tuvimos la inmensa suerte de tener sencillamente hijos listos.

La cultura tiene que dar placer, y al placer (como al amor) uno llega solito, por su propio pie, dando saltos o a rastras, pero no a empujones. Te pueden acompañar hasta la misma puerta, pero no te pueden obligar a entrar.

Mis hijos me ven leer (ven las pilas de libros que se amontonan en casa y que van creciendo peligrosamente y cualquier día nos sepultarán), me han visto con los ojos empañados ante algún cuadro, buscando su mano a tientas en el cine en medio de alguna escena emocionante, llorando a moco tendido con ciertas películas y escuchando mil veces en bucle la misma canción durante días. Pero jamás he intentado adoctrinarles.

A veces, claro, no puedo resistir la tentación de recomendarles algo, y entro en tromba en la habitación del mayor, que ya tiene 16 años (y que considera que es un crimen imperdonable que alguien, sobre todo su madre, entre en tromba en su habitación) y le digo: «¡Tienes que leer esto! ¡Tienes que ver esto!», aun sabiendo que lo más probable es que no me haga caso, como hacía yo de adolescente con las recomendaciones adultas. Sé y acepto, por ejemplo, que los últimos libros que leerían mis hijos serían los míos, yo tardé siglos en leer los de mi madre.

LA LABOR DEL ARTISTA

Así que la semana pasada, en cuanto llegó mi hijo del colegio hablando de Banksy, le propuse ir a comprar un libro sobre el maravilloso grafitero británico. Por la noche, después de ojearlo durante un rato (al mismo tiempo que miraba un partido de fútbol en la televisión y una serie boba en mi ordenador portátil), me dijo: «Banksy es como <strong>Calle 13</strong>, los dos dicen las cosas como son».

Tanto Banksy como Calle 13 me encantan y me interesan muchísimo, pero jamás se me habría ocurrido relacionarlos y jamás hubiese sido capaz de resumir como hizo Héctor, en una frase, a lo que se dedican. Le dije: «Héctor, eso está muy bien. Es exacto. Los dos dicen las cosas como son. Tal vez la labor de los artistas sea esa, decir las cosas como son». Sin apartar la mirada de la pantalla, Héctor me contestó: «Mamá, por favor, ¿me puedes traer un vaso de leche?».