Currículos falseados
Las apariencias
De un político se espera que luche tanto como pueda para que haya un buen sistema de becas y que la gente pueda tener títulos de verdad
Javier Pérez Andújar
Escritor.
Javier Pérez Andújar
Si citara todos los que han salido en la prensa, este artículo se inundaría de nombres. Me refiero a los casos de políticos y políticas con currículos hinchados, falseados, tuneados, desde hoy hasta que empezó la democracia (la del 77, no la de Atenas). Los hay de todos los colores, en todas las administraciones, en cargos de mayor y menor responsabilidad. “Aparentar -me lo dijo un amigo por teléfono-, este es un país donde lo que importa es aparentar". ¿Se acuerdan de aquel hidalgo del 'Buscón' de Quevedo, que se ponía migas de pan en la barba para aparentar que había comido? Los retoques en el currículo son el equivalente de aquellas migajas. Un muerto de hambre no es quien no tiene para comer sino quien se muere por comer lo que no tiene. Con su mandíbula desencajada, el Carpanta de las historietas de Escobar era más noble que el hidalgo del 'Buscón'. Quien se ha dado a la hipocresía social se esparce pan en la ropa para que parezca lo que no es. Lo que llevaba Carpanta en la pechera no eran restos de comida sino una pajarita para que se viera en todo momento lo que de verdad era. De acuerdo, vivía desmayado, pero quería que el mundo fuese un lugar elegante, y por eso jamás renunció a su cuello duro, a su pajarita, a su sombrero arrugado. No sé si en un país libre Carpanta hubiera votado a un hidalgo como el del 'Buscón', no sé si se hubiera sentido representado por un tipo capaz de mentirle en lo que más necesitaba.
Estudiar, tener una formación, cada cual la que crea adecuada en su camino o en sus sueños, es lo que más se necesita para salir adelante. Nuestros padres nos lo metieron en la cabeza con cincel y mazo, con la llama de un soplete, con el palo del mocho: esfuérzate y estudia porque nadie va a regalarte nada. El político que hincha sus estudios en su currículo está usurpando el trabajo y el sacrificio de quien ha conseguido lo poco que tiene con su propio esfuerzo porque esperaba algo mejor de la vida y creía que había que intentarlo. Y además de engañarle, ha ensuciado su voto traicionando su confianza, sentándose a horcajadas sobre la democracia. La democracia es ante todo un sueño y los sueños se alimentan de confianza (a esta confianza también se la llama creencias, esperanza, convicciones, ideología). Alguien que desprecia esto y encima lo hace desde una situación de privilegio está burlándose de quien, por ejemplo, estudió y logró sus títulos trabajando durante el día para ir a clase por la noche, hincando los codos los domingos, en cualquier rato libre. Una vez el mundo fue así. Ser pijo estaba proscrito. Se espera de un político, de un gobernante, que luche tanto como pueda para que haya un buen sistema de becas y que la gente pueda tener títulos de verdad, no que se invente títulos falsos para él y la gente se quede sin becas. ¿Qué se hizo de aquella gente que cuando al fin obtenía su título, en vez de enmarcarlo, lo guardaba por pudor en un cajón para no ser más que nadie? A saber. Hoy mandan los pijos, están en todas partes.
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