Vino de mi cosecha

Laporta en Prada

JOSEP M. FONALLERAS

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Laporta en Prada

Hubo un tiempo en que la Universitat Catalana d'Estiu, en Prada, fue un filón para las redacciones de los periódicos en los anodinos días políticos de agosto. Unas declaraciones, una pelea, una exaltación, una virulenta mesa redonda, todo era carne de titular, un meneo en medio del verano bochornoso y plácido. Ahora llevo rato sin leer ninguna noticia destacada que provenga del Conflent. Este año, por ejemplo, se ha hecho un homenaje aVicens Vivesy también un debate sobre estructuras viarias, eso sí, pero con estos ingredientes es difícil mantener el nivel de excitación.

Hasta que se presentóJoan Laporta, abogado, líder de Solidaritat Catalana y principal novedad mediática de las próximas elecciones al Parlament. Llegó de la mano deAnna Arqué, que también dará juego este otoño, con unas gafas de esas que llaman de aviador, ovaladas y opacas, y con el aire de triunfador que arrastra desde que, siete años atrás, accedió a la presidencia del Barça. En Prada,Laportaformuló la estrategia que ya había esbozado cuando todavía se sentaba en el palco del Camp Nou. El Barça, con él, había sido el mejor de la historia, mientras que Catalunya ha vivido, durante el mismo periodo, una época incierta, mediocre y sin notables avances. Esto es lo que diceJoan Laporta. Su programa, mientras no se conozcan los detalles, confía en una premisa tan débil como la que establece los paralelismos entre un club de fútbol y un país. Ninguna otra comparación resistiría un análisis mínimamente sólido y coherente.

Si alguien se atreviera a presentar las credenciales a partir de una gestión excelente, pongamos por caso, en una empresa de hidrocarburos, el sarcasmo que despertaría su sola mención sería colosal. Ahora bien, el Barça es otra cosa muy distinta. Las implicaciones sentimentales y simbólicas del club permiten pensar que se puede llegar a dirigir una institución como la Generalitat bajo la égida deportiva que ha sido posible porque, con mayor o menor suerte, un balón ha entrado en una red. Y sin que el resto de mortales se mueran de risa al comprobar la magnitud de esta pretensión.

La intervención más destacada deLaportaen Prada radica en el hecho de que su incorporación a la vida política no tiene una voluntad anecdótica sino que pretende incidir, con voluntad de gobierno, en el futuro de este país. Dicho de otro modo,Laportano se ve como comparsa entre los grandes sino como futuro presidente de la Generalitat de Catalunya. Aunque sus palabras sean, por definición, grandilocuentes, aunque se vea obligado a establecer objetivos tan ambiciosos porque, si no, su propuesta sería como la del ciclista que se cae porque deja de pedalear, pese a ese entusiasmo un poco naíf, no hay que despreciar de ningún modo la incidencia que una candidatura presidida por él tendrá entre los medios. Logrará romper, y eso sí que será producto de su atracción personal, la inercia del seguimiento tedioso de los partidos tradicionales, y tendrá un rincón envidiable desde el que podrá ejercer como gran esperanza blanca.

Los éxitos deportivos se basan en que toda competición es finita y que los contrincantes son conocidos y cuantificables. Los éxitos políticos son más etéreos, más inconsistentes, fruto de muchas variables y del examen histórico que se hace de él años después. Es aquí donde la inmediatez delLaportafutbolista choca con la visión fragmentada, dúctil, estratégica que debería tener, si también quiere ser un triunfador, elLaportacandidato.