Pequeño observatorio

La tradición del jazz vive en Terrassa

Las voces negras convierten una queja en arte con la lenta infiltración de la tristeza

El Picnic-Jazz de Terrassa celebra su 20 aniversario con cuatro actuaciones en Vallparadís.

El Picnic-Jazz de Terrassa celebra su 20 aniversario con cuatro actuaciones en Vallparadís. / periodico

Josep Maria Espinàs

Josep Maria Espinàs

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No sé desde cuándo se celebra en Terrassa un festival de jazz. Lo que me consta es que la ciudad tiene una tradición jazzística.

Entre algunos hechos que no se me han borrado de la memoria está el de que, cuando era joven, tuve la idea de asistir a una sesión de jazz en Nueva Orleans.

Todavía veo ese local –¿era quizá un café?– lleno de filas con asientos para los espectadores de las actuaciones. Era una época en la que todavía no eran famosos artistas tan relevantes como Stan Getz, Louis Armstrong, Miles Davis o Charlie Parker.

Recuerdo los nombres pero no puedo recordar qué hacía yo, en Nueva Orleans, en una época que hoy ya me resulta tan lejana. Estoy más al corriente, por supuesto, del Festival de Jazz que se celebra periódicamente en Terrassa.

Tiempo atrás se hablaba de una jazz-band, porque los músicos formaban una banda, pero me parece un término francamente injusto, porque tenemos muy arraigada la expresión 'banda de ladrones' y una 'banda armada'. Como que banda es también un grupo de música honestísimos, mejor que la palabra la dejemos al margen.

Pienso que el dramaturgo Jacinto Benavente no fue muy lúcido hablando de lo pensaba de una jazz-band. «Es como nuestra alma, entre mil ruidos estruendosos y discordantes de nuestra vida se esconde y vuelve a salir y se pierde la melodía de nuestras almas y lo que tienen de divino».

¿Qué pasó en el tiempo de la esclavitud? Que cuando habían terminado su durísima jornada de trabajo, muchos negros se reunían en un campo, si era posible cerca de un río, y comenzaban a cantar, acompañando rítmicamente sus cantos con los golpes que daban con unos palos contra cajas o bidones vacíos.

Y así nació el 'blus' o blues, la melodía de la lenta infiltración de la tristeza.

Y las voces negras que saben convertir una queja en arte.

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