Optimismo y temores
La reunificación coreana: tan lejos y tan cerca
Sin diálogo no habrá acuerdo y sin confianza mutua lo que se acuerde no podrá ser implementado
Rafael Bueno
Director de Política, Sociedad y Educación de Casa Asia
Rafael Bueno
El 27 de abril se abrió un nuevo capítulo de una triste historia que no comienza ni en 1945, con la división de la península coreana en dos partes; ni en 1948, con la autoproclamación de dos estados antagónicos alentados por la guerra fría; ni en 1953, con la firma del Armisticio que suponía el alto el fuego a una cruenta guerra civil y del que la propia Corea del Sur no fue signataria.
Para el pueblo coreano, la fecha de 1905 y el Tratado de Eulsa entre Japón y Corea, por el que Corea pasaba a ser un protectorado japonés representa el comienzo de un injusto sufrimiento que dura ya más de un siglo.
La cumbre del pasado 27 de abril, si bien no es la primera, entre líderes de ambos países en más de medio siglo, sí tiene ciertas peculiaridades que ayudan al optimismo, sobre su futuro, aunque paradójicamente, y al mismo tiempo, hay otros factores, también atípicos que invitan al escepticismo cuando menos.
Si pensamos en los elementos positivos de esta cumbre, lo principal que podemos señalar es que de los tres encuentros celebrados hasta el momento, este es el primero del joven Kim Jong-un y el único que se ha producido en el Sur. Que el pequeño de los Kim haya necesitado siete años para salir fuera de sus fronteras nos lleva a pensar que ya tiene asegurado su poder interno y esto ya es mucho.
El poder interno de Kim Jong-un, asegurado
De momento, el claro vencedor ha sido Kim Jong-un, que ha sido capaz de transmitir una imagen más moderna y humanizada de su país y él mismo, caricaturizado habitualmente por los medios occidentales como el "villano" o por el propio presidente Trump como el "pequeño hombre cohete" y para colocar a su régimen al nivel de potencia regional.
Hará falta saber si las motivaciones norcoreanas están más ligadas a una verdadera voluntad de normalizar su posición en la comunidad internacional, por ganar tiempo de cara a completar sus programas nucleares y de misiles balísticos o por exigir el lugar que le corresponde como potencia nuclear, lo que a su vez le garantizaría su supervivencia ante un posible ataque estadounidense.
Todo parece indicar que el Twitter del presidente Trump, ha servido para acelerar los acontecimientos, cuando el 9 de marzo decidió aceptar la invitación para entrevistarse personalmente con el líder norcoreano y, en segundo lugar, su endurecimiento de las sanciones económicas a Pionyang, que han llevado a Pekín a implicarse en su implementación.
Trump no tiene una estrategia definida sobre la península, salvo evitar que los misiles norcoreanos lleguen a territorio estadounidense
El peligro de esta nueva situación radica fundamentalmente en que el presidente estadounidense no tiene una estrategia clara y definida hacia la península coreana, salvo evitar que los misiles balísticos puedan llegar a territorio norteamericano y, en que todo lo que hace parece motivado por su necesidad de rédito mediático.
Los coreanos tienen el reloj y Trump no cuenta con el tiempo, sobre todo en el horizonte con unas elecciones legislativas en noviembre en donde puede perder la mayoría en el Congreso.
La decisión unilateral de no renovar el acuerdo del programa nuclear iraní puede ser determinante para que los norcoreanos piensen que lo firmado y bendecido por la mayoría de las potencias internacionales se queda en papel mojado por la acción unilateral de un presidente.
En la declaración de Panmunjeom de abril, ambas partes expresaron que se comprometían a implementar los acuerdos y declaraciones ya existentes entre ambos, lo que incluye la Declaración Conjunta de 1992 sobre la desnuclearización de la península y la reducción armamentística, la firma de un Tratado de Paz que sustituya al Armisticio este mismo año y la reunión de las familias separadas por la guerra.
Si se confirma la cumbre de junio y el presidente Trump decide exigir a Kim Jong-un un desmantelamiento del programa nuclear completo, verificable e irreversible del lado norte del paralelo 38, el proceso podría volver al punto de partida.
El desmantelamiento del silo de los ensayos nucleares de Punggye-ri por parte norcoreana no parece suficiente incentivo para conseguir como premio un tratado de paz entre Washington y Pionyang o el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos estados. Sobre todo si, como se piensa, el silo nuclear ya estaba, no solo amortizado, sino parcialmente inutilizado después de la última prueba nuclear de septiembre del año pasado.
En conclusión, entramos en un nuevo capítulo de una triste historia que debería ser reescrita solo en coreano. Sin diálogo no habrá acuerdo y sin confianza mutua lo que se acuerde no podrá ser implementado.
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