Movimientos vecinales de nuevo cuño

La nueva generación de vecinos cabreados

Los ciudadanos de Barcelona, algunos más cabreados que otros, son los auténticos fiscalizadores, la verdadera oposición municipal

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Eva Arderius

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Probablemente, el macrodispositivo de los Mossos d’Esquadra del pasado 29 de octubre contra los narcopisos no se habría hecho sin la protesta insistente y tozuda de los vecinos. Solo en el Raval hay una decena de entidades y plataformas que denuncian los problemas de convivencia del barrio. Ciutat Vella es ahora el punto mas caliente del movimiento vecinal. Hace años, durante la Transición, los barceloneses más combativos también se situaban en los barrios de la periferia. Vecinos que empujaron la ciudad y que consiguieron mejoras substanciales para unos distritos con muchas necesidades, aunque para lograrlo hubiera que secuestrar autobuses, como hicieron en Torre Baró para reivindicar la mejora del transporte público.

Nuevas plataformas

Estos líderes vecinales se convirtieron en una voz autorizada e imprescindible para saber qué pasaba en los barrios. Lo hacían des de las asociaciones de vecinos y des de la FAVB, que las unía a todas. Pero estas organizaciones más tradicionales han quedado sobrepasadas por el alud de nuevas plataformas, entidades y organizaciones que han encontrado en las redes sociales y el WhatsApp su altavoz más efectivo. No se necesita mucha infraestructura, ni local, algunos se reúnen en los bares, ni tampoco ser muchos. Solo hay que tener un problema. Ahora en Barcelona cada causa tiene quien la defienda.

El ejemplo más claro es el del Raval, pero hay otros. Los vecinos que se han conjurado para defender la ciudad del turismo masivo, las plataforma supravecinales que pretenden ser un tsunami contra la gestión de Ada Colau, el Sindicat de Llogaters y todos los que luchan contra la especulación inmobiliaria, los vecinos que piden menos ruido en las plazas de Gràcia, los que quieren más espacio para los perros. Incluso en los barrios de orden, con alergia a la movilización vecinal, se protesta contra los carriles bici y la prohibición de los perros en el Turó Park. Hacerse oír, pedir mejoras, reivindicarse, denunciar, no conformarse. Y todo esto a cuenta del tiempo personal dedicado al bien común.

Que haya más entidades en Barcelona amplifica el mensaje pero también provoca que la voz vecinal esté más fragmentada e incluso peleada. Un problema de estrategia que parece no importar a estas organizaciones. Todos defienden sus matices, las diferentes maneras de plantear soluciones y su personalidad propia. Solo les une un mismo objetivo, situar problemas muy reales en el centro del debate político. Y lo han conseguido.

La explosión de nuevos movimientos es un síntoma que en Barcelona hay cosas que no funcionan y que se necesitan más canales de participación. También ha obligado a poner delante del espejo a una alcaldesa que viene del activismo y que ahora tiene que gestionar reivindicaciones que le llegan vía pancarta. Por todo esto habrá que leer bien lo que nos dicen las nuevas entidades y estar atentos a los liderazgos y fichajes políticos que puedan salir de esta cantera. Los vecinos , algunos más cabreados que otros, son los auténticos fiscalizadores, la verdadera oposición municipal. Sin estas voces que presionan e incomodan al gobierno municipal, Barcelona sería mucho peor.