Pequeño observatorio

La memoria: paraíso o infierno

Admito que hay que tener mucha paciencia con los desmemoriados y debe de costar un poco no irritarse

Dos jubilados sentados en Barcelona, en octubre.

Dos jubilados sentados en Barcelona, en octubre.

Josep Maria Espinàs

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El año 1956 queda para mí muy lejano. Fue el de mi primer viaje a pie. Después llegaron una veintena más, no solamente por Catalunya, sino también por España.

Considero que fue una buena idea. Ahora todos los pueblos modestos se van igualando, pero en aquellos tiempos había unos notables personajes populares. Pienso en el amo de Can Gasset, que me acogió en un pueblo del Pallars para poder cenar y dormir allí. ¿Qué habrá sido de su vida?

Era un hombre cordial, pero serio, bastante alto, que hablaba sin levantar la voz, y mostraba una fuerza contenida. Era cazador de liebres y jabalís, y tenía una gran habilidad en todos los trabajos de la montaña. Cuando fallaba la electricidad, se callaba, y cuando regresaba la luz, volvía a reanudar la explicación en el punto exacto en el que se había callado.

Un singular personaje. Cuando le pregunté cuántos habitantes tenía el pueblo me contestó: "No lo sé, nunca los he contado".

Ahora han pasado los años y ya me cuesta creer que he vivido lo que he vivido. Soy consciente y me hago cargo de que mi memoria ya esté cansada de intentar ayudarme. "Ya te lo dije el jueves, que este sábado vendría Pere".

Reconozco que se tiene que tener mucha paciencia con los desmemoriados, y debe de costar un poco no irritarse. "Pero, ¡si quedó muy claro que sería el sábado! Y tú mismo dijiste..."

¿Qué dije? ¿Cuándo lo dije? El amigo puede tener piedad de mí, o, ya cansado y fatigado, puede pronunciar la inevitable sentencia: "Dejémoslo correr".

Yo estuve presente, muchas veces, en la demostración de un memoria extraordinaria, la de mi cuñado y escritor Néstor Luján y de mi amigo Paco Noy. Durante una conversación se discutía sobre un tema y Néstor, después de irse disparado hacia su importante biblioteca, regresaba inmediatamente con un libro en la mano. Miles y miles de libros tenían lugar en su cerebro.

La memoria puede ser un paraíso o un infierno.