Dos miradas

La llama del Fossar

La anécdota del apagón por avería del Fossar de les Moreres ilumina como ninguna un verano ensartado de símbolos

El Fossar de les Moreres, con la iglesia de Santa Maria del Mar al fondo.

El Fossar de les Moreres, con la iglesia de Santa Maria del Mar al fondo. / ÁLVARO MONGE

Emma Riverola

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Se apagó la llama del Fossar de les Moreres y Twitter ardió por lo que algunos interpretaron como un agravio de Ada Colau. No tardó en saberse lo obvio: una avería en el pebetero era la única causa de la oscuridad. La anécdota ilumina como ninguna un verano ensartado de símbolos.

La batalla contra un PP irresponsable y autoritario fue desgastando el ‘procés’. Cada vez más triste y más cáustico. La manipulación siempre existió. Desde el inicio se amplificó la lista de agravios, pero la propaganda fue perdiendo su toque naíf y está degenerando en la ofuscación del proselitismo. Al fin, la suma de impotencias, abusos e intereses partidistas de uno y otro lado ha desembocado en un conflicto identitario con los símbolos como armas. Los belicosos son muy pocos, pero su aspereza se contagia a la mayoría. El terreno de la irrealidad no es exclusivo del ‘procés’. La violencia que el juez Llarena se empeña en ver nunca existió, pero hay nueve personas que suman meses de prisión preventiva vergonzosa.

La lucha por el referéndum se despreció cuando una gran mayoría social lo quería. Se dijo que era una pantalla pasada, pero era la única real. A partir de entonces se emprendió un viaje para el que no había ni vía ni consenso. Instalados en la ficción, se ha alzado los pies del suelo para hincarlos en la sinrazón. El ‘procés’ no solo ha quebrado los equilibrios socioculturales, también el independentismo realista.