Dos miradas

La contención

Mientras Israel ganaba Eurovisión y clamaba por la tolerancia, el Ejército se preparaba para la masacre de la franja de Gaza

Entierro de uno de los fallecidos en Gaza.

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Josep Maria Fonalleras

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Nos impresiona la última matanza de inocentes, la última exhibición de fuerza israelí y, sobre todo, nos encoge el corazón cuando la comparamos con los fastos altisonantes de la inauguración de la nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén. Mientras Israel ganaba el festival de Eurovisión y clamaba a favor de la tolerancia, el Ejército se preparaba para la masacre. Mientras se hablaba de una jornada histórica para la paz ("se fundamenta en la verdad", dijo Netanhayu), lo cierto es que la desolación se desataba en la franja de Gaza.

Pero debemos pensar que no es sino la punta de un iceberg donde se esconde, en un ambiente claustrofóbico, inhóspito, pedregoso, el frío de una política que, en los últimos diez años, ha abocado a los palestinos a vivir en unas condiciones infrahumanas. Con la sanidad colapsada; las escuelas y las casas, destruidas; con un paro y una pobreza indescriptibles y apenas seis horas de electricidad al día, siempre con la inquietud de una nueva incursión, de un nuevo acoso, de un nuevo ataque.

Para justificar la masacre, Nikki Haley, en las Naciones Unidas, alababa la "contención" de Israel, y es aquí donde radica la perversión del argumento. Los de Netanhayu son bondadosos porque, a pesar del arsenal acumulado, terrible, mortífero, son capaces de dominar la fuerza. De hecho, hablan del Leviatán bíblico ("su aliento enciende las brasas") como si fuera un monstruo comprensivo. Recalcando la "contención", en realidad hablan de la monstruosidad.