El deterioro de la política

Justicia española: nada es casual

Si la justicia es un buen termómetro de la salud de un país, la democracia en la que vivimos es para llorar

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MARÇAL SINTES

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"Hay una justicia para poderosos y una para los que no lo son". No, no es un eslogan gritado a boca de megáfono por los afectados por el descalabro de Bankia, aunque podría ser. Tampoco he extraído la frase de un panfleto de un grupo radical cualquiera. Ni siquiera está inspirada por algún mitin de la campaña de Donald Trump o de Ada Colau.

Esta frase es de la jueza Mercedes Alaya, instructora de casos como el de los ERE fraudulentos o el de los falsos cursos de formación en Andalucía. Se ocupó durante muchos años del Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla. Ahora está en la Audiencia de aquella provincia.

Ustedes seguro que la recuerdan. Melena negra y rostro como esculpido sobre marfil, la hemos visto muchas veces por la televisión llegar al trabajo deslizando un maletín con ruedecillas. Es una mujer muy elegante, de una elegancia serena pero incuestionable. Nacida en Écija (Sevilla) hace más de 50 años, está casada y tiene cuatro hijos ya mayores.

Ha demostrado mil veces su solvencia y coraje, en un entorno, el andaluz, en que enfrentarse al poder dominante y al PSOE --si es que una cosa y la otra pueden distinguirse-- es seguramente más complicado que en otras latitudes. El caso Betis y el caso Mercasevilla son otros dos de los asuntos que ha investigado. Aunque en Facebook hay una página dedicada a ella por sus fans, a Alaya no se la puede considerar una juez estrella (en este caso, jueza): ella nunca ha querido jugar a este juego.

UNAS CUANTAS VERDADES

Alaya acudió el pasado jueves 19 de enero a la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada porque la habían invitado a dictar una conferencia. El título: La independencia judicial en una sociedad democrática. Fue fenomenal, porque decidió dejar caer a peso unas cuantas verdades.

La denuncia principal la dirigió contra la falta de independencia --la independencia está simbolizada por la venda en los ojos con los que se representa a la justicia-- causada por las injerencias de la esfera política, que habrían aumentado en proporción al estallido de casos de corrupción. Unas injerencias que arruinan la separación de poderes y que son posibles, continuó la juez, por la fuerte jerarquización a que están sometidos los jueces y porque entre ellos hay quienes --la naturaleza humana rige para todo el mundo-- actúan adulando a los políticos, siguiendo el principio según el cual si tienes buenas relaciones llegarás "más lejos que los que tengan más capacidad".

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Otro flanco fue el económico. Para Alaya la falta de dinero contribuye, también, a hacer a la justicia subsidiaria de la política. La escasez de medios y recursos solo es paliada, cuando lo es, gracias al esfuerzo personal de algunos jueces y funcionarios.

La situación de la justicia es un buen termómetro de la salud democrática de un país. Si eso lo aplicáramos literalmente al caso español, y sin añadir nada más, ningún otro elemento, concluiríamos que la democracia en la que vivimos es para llorar.

EL TUIT SOBRE CARRERO BLANCO 

Cito de memoria y solo a título orientativo algunos hechos recientes. Hace muy pocos días, Europa contradijo al Tribunal Supremo español en relación a las llamadas cláusulas suelo de las hipotecas. Significativamente, la justicia española fue mucho más blanda con los bancos que la europea. Otro caso: el de la estudiante murciana para la que el fiscal de la Audiencia Nacional pide dos años y medio de prisión, más tres de libertad vigilada, por cachondearse del asesinato de Carrero Blanco a través de Twitter. El presidente del Gobierno de Franco murió a manos de ETA en 1973, es decir, hace 43 años. Una nieta de Carrero Blanco ha dicho que la petición del fiscal es un "disparate". "Temo una sociedad en la que la libertad de expresión, por lamentable que sea, pueda conllevar penas de prisión", agregó Lucía Carrero-Blanco.

UN DELIRIO MACABRO

El auge del movimiento independentista catalán ha dado, da y dará a la justicia española inmejorables ocasiones para exhibir sus vicios y carencias. Que al concejal de la CUP Joan Coma se le acuse de incitación a la sedición por haber recordado, hablando del llamado procés, que para hacer tortillas hay que romper huevos, roza el delirio, un delirio macabro.

Comparto, por tanto, el rotundo diagnóstico de Alaya. Es más, me parece claro que nada de todo esto es fruto de la casualidad. Ni las estructuras que permiten pisotear la independencia judicial ni la miseria presupuestaria en que malviven los juzgados. El poder político, del color que sea, no desea una justicia fuerte, profesional e independiente. Y eso es terrible. Por si fuera poco, como la gente lo que queremos es tener que tratar con la justicia lo menos posible, los déficits del sistema judicial nunca son una prioridad para los ciudadanos. Algo que los políticos conocen perfectamente.