ECONOMÍA Y ÉTICA
Jóvenes permisivos con el fraude
"No me preocupa tanto la laxitud moral de nuestra juventud como su falta de conciencia social, que es también un problema moral, pero, sobre todo, social"
Antonio Argandoña
Profesor del IESE.
ANTONIO ARGANDOÑA
Leo la noticia, basada en un barómetro del Instituto de Estudios FiscalesInstituto de Estudios Fiscales, de que el 42% de los jóvenes de 16 a 24 años justifica la evasión de impuestos, con argumentos como: "Hay circunstancias en la vida personal o de una empresa que justifican un cierto fraude para salir adelante" o "el fraude es algo consustancial a los impuestos, todos tienden a hacerlo y de este modo se consigue un cierto equilibrio". No es que las cifras de las actitudes de los demás ciudadanos sean mucho mejores, cuando el promedio nacional de los que justifican el fraude es del 33%. Pero un 42% de jóvenes me parece demasiado.
No me preocupa tanto la laxitud moral de nuestros jóvenes como la falta de conciencia social, que es también un problema moral, pero, sobre todo, social, de la organización y funcionamiento de nuestra sociedad. "La inmensa mayoría de españoles se opone a una rebaja de impuestos si ello supone una menor calidad de los servicios públicos", dice la noticia, pero parece que esto no afecta a los encuestados, para los que alguna forma de "rebaja de impuestos", el fraude, les parece justificable, con argumentos como "todos tienden a hacerlo" o que, gracias a ese fraude selectivo, "se consigue un cierto equilibrio". Sí, ya sé que una encuesta no permite afinar mucho en cuanto a las actitudes de los encuestados, pero... no me negarán que algo huele mal en nuestra sociedad, cuando exigimos que el Gobierno mantenga el gasto y justificamos que los ciudadanos no paguen los impuestos.
Quizá no sea tanto un problema ético, como de comprensión de la realidad: ¿de dónde vienen los fondos con los que el Estado sostiene el gasto social? El problema moral se llama justicia, y ya se ve que no tenemos una idea muy clara de en qué consiste esa justicia, al menos cuando nos referimos al cumplimiento de los deberes fiscales. Y el problema social se llama bien común: entendemos lo que es nuestro bien particular (el "salir adelante" o el "conseguir un cierto equilibrio"), pero no cuál es el bien de nuestra sociedad.
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