IDEAS

La verbena, un recuerdo

Verbena de Sant Joan en la playa de la Nova Icaria.

Verbena de Sant Joan en la playa de la Nova Icaria. / periodico

Josep María Pou

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Llega un momento en la vida, una edad, en la que es imposible ordenar los recuerdos. Se mezclan, se desparraman, se empujan unos a otros; acuden de improviso, al buen tuntún, o se resisten a aparecer cuando más los necesitas. Por suerte, hay señuelos que los convocan de manera automática: una imagen, un aroma, una música, una fecha.  Si quiero recuperar mi infancia, no tengo sino evocar la noche de San Juan. La verbena.

Lo estoy viendo ahora mismo. Mi pueblo. Mi calle, cuesta abajo. Mi casa, haciendo esquina. Mi hermano y yo, cargados de trastos viejos, acercándonos al cruce donde va creciendo lo que será hoguera en pocas horas. Como nosotros, otros niños apilan el cartón y la madera. Dejamos la carga y vamos a por más. Mi hermano, mayor y más valiente, se hace con una bicicleta caída junto al bordillo. Desde el sillín, me invita a sentarme en la barra del cuadro. Salto y me agarro con fuerza, apretado entre su cuerpo y el manillar. Bajamos la cuesta cogiendo velocidad, y al llegar al cruce, sin frenos visibles, nos empotramos contra la pila de trastos que esperan ser fogata. Gritos. Ayes. Sangre. Un corte en mi muñeca derecha. Casa de Socorro. Tres puntos de sutura. Y el resto de la noche, sentado -quieto, mustio, dolorido- junto a los mayores, mientras mi hermano y mis amigos disfrutan de la hoguera saltándola a zancadas.

Este es uno de los más vivos recuerdos de mi infancia. Si alguien, con vocación de Freud, pretende deducir que este episodio me llevó a la vida contemplativa, a sentarme y verlas pasar, se equivoca. He sido –y sigo siendo- hombre de acción, con iniciativa, de los de lanzarme a la primera, cargando con todas las mochilas cuando ha hecho falta.

Pero no puedo evitar que llegada la noche de San Juan me sienta más cerca que nunca de los cuidados de mi madre, de la reprimenda de mi padre, de los besos de mi abuela y de la mirada caritativa de cuantos, en la acera, a la puerta de mi casa, celebraban, al fresco, en corro de vecinos, la llegada del verano.