IDEAS

Dos musicales a contracorriente

Ensayo de 'Casi normales'.

Ensayo de 'Casi normales'. / Efe / Ángel Medina G

Josep Maria Pou

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Los hay que afirman que la vida es un cabaret ("life is a cabaret") con la misma intención con la que hablan de los bombones de Forrest Gump: nunca sabes con lo que vas a encontrarte y lo más increíble puede darse a la vuelta de la esquina. Hay quien, ampliando el espectro, dice que la vida es un musical, con la sana intención, quiero creer, de darse un zurriagazo de optimismo y actualizar el clásico "quien canta, su mal espanta". En los dos casos se advierte un concepto del teatro musical como un género frívolo, despreocupado y de pura evasión. Pero en la temporada teatral que ahora empieza vamos a tener dos muestras de todo lo contrario. Sobre ello quiero llamar su atención.

Digos dos muestras y pienso que son tres, si añadimos el famoso 'Cabaret', un musical agridulce (mucha más angostura que azúcar, más quinina que miel de romero) que vuelve al Paral·lel como si nunca se hubiera ido. Oímos "Willkomenn, bienvenue, welcome" y todos sabemos ya lo que nos espera tras el triple y meloso recibimiento. Poco se conoce, en cambio, de lo que hay detrás de 'Casi Normales' ('Next to Normal') con el que va a coincidir unas semanas, a pocos metros de distancia, y de 'Fun Home' que llegará más adelante, entrado ya el año nuevo.  

Hay que aplaudir las apuestas valientes de 'Casi normales' y 'Fun home'

Los dos musicales tienen como eje central a dos familias nada funcionales. La una con problemas de desequilibrio mental (emocional, sería mas exacto), la otra con problemas de identidad sexual, todo ello dicho en breve. Dos familias en las que todos sus miembros entretejen una red tal de complicidades (la mano tendida, el hombro dispuesto, el corazón alerta) que, en los dos casos, nos elevan a niveles de verdad y emoción pocas veces visto en otros musicales.

No esperen grandes orquestas, bailes espectaculares, coros apabullantes, ni apoteosis final. Vayan dispuestos a la mejor música, a la diferencia, a la sensibilidad extrema, al realismo y, sobre todo, a la valentía. Y aplaudan ya de antemano, como lo hago yo ahora, el coraje de presentar dos musicales a contracorriente. ¡Chapeau!