Cicatrices

JOSEP MARIA POU

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Todos recordamos dónde estábamos y qué hacíamos. Basta con mirar las cicatrices.

Tal día como ayer, hace 40 años, estaba yo en Madrid en los inicios de mi carrera. Dormía más de la cuenta porque la noche anterior había rodado unas secuencias de la serie 'Curro Jiménez'. Me despertó, en la radio, la voz de Arias Navarro: “Españoles: Franco ha muerto”. Seguí durmiendo. Fue después, horas más tarde, cuando asimilé que estaba viviendo un momento histórico. Y me vi la cicatriz.

Unos años antes, en Mollet, en otro noviembre con olor a difuntos, salía yo de un ensayo (teatro amateur, todavía) camino de cita y cena, cuando, en plena calle, un amigo me gritó de acera a acera: “¡Han matado a Kennedy!”. Dudé si acudir a la cita o ir corriendo a encerrarme en casa. Elegí lo segundo. Pasamos esa noche -la familia entera- pendientes de la tele y colgados de la radio. Y al ir a acostarme, ya de madrugada, me vi la cicatriz.

El 11 de septiembre del 2011, cuando el primer avión hizo impacto en la torre norte, me encontraba en el plató de Globomedia donde se rodaba la serie 'Policías'. Alguién asomó por la ventana de control y gritó: “¡Eh, Pou! Sube a ver lo que está pasando en tu Nueva York!”. Yo había vuelto de allí hacía una semana. Nos sentamos, apretados, en el suelo -subió todo el equipo- y allí asistimos, incrédulos, al espectáculo de la caída de las torres. Más tarde, al quitarme el uniforme del inspector Ferrer, me vi la cicatriz.

Hacía frio la mañana del 11 de marzo en Barcelona. Al salir de casa me detuve en el quiosco de siempre. Fue el quiosquero el que me lo dijo: “¡La que han liado en Madrid.! Van más de 60 muertos”. Y así supe de los trenes y del caos. Con el nudo en la garganta acudí a la cita con el dentista. Al ir a sentarme en el sillón articulado, me vi la cicatriz.

La noche del pasado viernes día 13, terminada la función de 'Sócrates' en Valencia, pedí la cena en la habitación del hotel. Y al prender el televisor -Canal 24 horas- me llegaron, desde París, las primeras imágenes en directo. Todavía el desconcierto. Cifras bajas, todavía. De pronto, un nombre, Bataclan. Y, de nuevo, lo inconcebible. Al estirar la mano para coger el mando a distancia en busca de más información, me vi la cicatriz.

Vivimos la historia a cicatriz por acontecimiento. Salimos a cicatriz por noticia. Todos recordamos dónde estábamos y qué hacíamos. Basta con mirar las cicatrices.