Felices descubrimientos tras los ensayos

Viendo 'Vencedores o vencidos¿ me reafirmé en las bondades de mi oficio. ¡Qué actorazos!

JOSEP MARIA POU

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La semana que ahora termina me ha regalado algunos momentos que quiero compartir con ustedes. Estoy en fase de ensayos de la función que estrenaré dentro de cinco semanas. Soy feliz en los ensayos, con los compañeros, testigos todos del nacimiento de la criatura y deseando dejarla suelta, llegado el momento, para que vaya a su encuentro con el público.

A las horas diarias de ensayo y estudio, procuro sumar lecturas, películas, cualquier cosa que tenga relación con el tema que me ocupa. Y es ahí donde, de vez en cuando, uno se sorprende con felices descubrimientos.

Dediqué la tarde del domingo a visionar una película de la que tenía excelente recuerdo: Vencedores o vencidos. Y la excelencia del recuerdo creció en muchos múltiplos. Viendo a Spencer Tracy, a Burt Lancaster, Richard Widmark, a Maximilian Schell, a Marlene Dietrich, a Judy Garland, me reafirmé en las bondades de mi oficio. ¡Qué actorazos, Dios mío! Cada gesto, una lección; cada plano, un curso entero. No hace falta decir que acudí al ensayo del lunes con las pilas cargadas y la motivación a tope.

El martes por la tarde, entrada la noche, después del ensayo, me fui corriendo al cine para empacharme de teatro. Asistí a la proyección de Richard II de William Shakespeare, de la que les había advertido en alguna columna anterior. En falso directo, desde el teatro sede de la Royal Shakespeare Company, en Strattford-Upon-Avon. Con entrevistas, antes de la representación y durante el descanso, con el director, los actores, el escenógrafo, el iluminador. Y la función: una de las más bellas, poéticas, tristes, lúcidas reflexiones sobre el ejercicio del poder y la historia de los pueblos. Con David Tenant y el resto de los actores en primerísimos primeros planos, impensables en un teatro. En el inglés del Bardo y con subtítulos en castellano.

Conté en la sala unas 40 personas. ¡Bien! Diez veces más de las cuatro que asistimos hace dos años a la primera de estas proyecciones. Eché de menos la presencia de compañeros y de tantos y tantos estudiantes de teatro, o de inglés, o de historia, que llenan esta ciudad. No se habrán enterado, me dije. Estarán en clase, me dije. Quizás la próxima vez, me dije. Y caminé, de vuelta a casa, rezando para que los programadores no se desanimen y sigan con más sesiones por el estilo.

El miércoles empecé un nuevo libro: Yo soy Espartaco, de Kirk Douglas, otro actor inmenso. Pero esa es otra historia.