Por la tarde fui al Camp Nou a nadar

Tenemos la sensación de que este domingo el partido se juega en las calles y no hay porterías

Messi, a punto de iniciar el último entrenamiento antes de recibir al Las Palmas.

Messi, a punto de iniciar el último entrenamiento antes de recibir al Las Palmas. / periodico

Jordi Puntí

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Hubo una época, hacia los años 80, en que los periódicos deportivos pusieron de moda las entrevistas tipo test a los jugadores. Era, supongo, una forma de hacerles hablar sin que tuvieran que utilizar frases subordinadas, y al mismo tiempo nos enterábamos de curiosidades como cuál era su comida favorita, qué coche conducían o qué actriz les gustaría conocer. Invariablemente aparecían siempre dos preguntas que los futbolistas salvaban por los pelos: cuando les preguntaban por su religión, casi todos respondían que eran "católicos, no practicantes", y si les pedían sus inclinaciones políticas, solían decir: "Soy apolítico".

La palabra, que circuló también durante años en el mundo de la farándula, era un comodín que les permitía no mojarse, pues lo cierto es que la relación entre política y deporte siempre se ha visto como un territorio peligroso. A menudo la carrera de un jugador de élite empieza a despuntar antes que sus propias ideas estén consolidadas, pero luego se instala en esa especie de limbo privilegiado que le protege de la sociedad, y aun resulta más difícil.

Más allá de esta protección, uno termina sospechando que la palabra esconde algún miedo, una excusa para no meterse en líos en un mundo --el del fútbol profesional-- muy politizado en los despachos. Como contraste tenemos estos días, una vez más, el ejemplo de Gerard Piqué: alguien que expresa su opinión perfectamente legal, que defiende los valores de la democracia, es instrumentalizado para poner en duda su calidad humana y futbolística. Se esperan pitos.

La cita de Kafka

Por suerte con las globalización de Internet el panorama ha cambiado un poco, pero durante años el periodismo deportivo vivía ajeno a lo que sucedía en el mundo. Mientras ocurrían en el mundo los horrores más indecibles, o las proezas más memorables, los diarios deportivos informaban de una realidad paralela. Algunos periodistas vivían la vida como en esa famosa cita del diario de Franz Kafka: "2 de agosto de 1914. Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar". 

En plena jornada electoral, me pregunto quién estará en el palco durante el partido de este domingo contra Las Palmas. Aparte de la directiva (que sigue sin dimitir ni renovar a Messi), es difícil imaginar que la mayoría de políticos que lo frecuentan se tomen dos horas de este día que se prevé histórico para irse a nadar al Camp Nou.

En toda regla, quienes deberían asistir son los políticos que le niegan al 1 de octubre le protagonismo: quizá Arrimadas o García Albiol o Iceta, pero lo cierto es que no les veo muy puestos en el barcelonismo. Será casualidad.

El Las Palmas ya fue testigo de una tarde de clamor político, en 1977, cuando un Josep Tarradellas recién llegado del exilio visitó el Camp Nou por primera vez y fue recibido con honores de presidente. Han pasado 40 años desde entonces y, mientras aceptamos que los jugadores sean tan apolíticos como quieran, mientras metan goles, algunos seguimos con esa sensación de que hoy el partido se juega en las calles, y no hay porterías.