GENTE CORRIENTE

Jonatán Soriano: "Nos venden un drama de los refugiados para consumo europeo"

Se acerca el invierno y este joven protestante recuerda que la tragedia de los retenidos en Lesbos sigue supurando

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Núria Navarro

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El torrente informativo ha sepultado el drama de los refugiados. Pero está ahí. Detrás del 'deadline'. Y Jonatán Soriano (Tarragona, 1992), periodista de Canal Reus, se ha ido como voluntario de una organización protestante al campo de refugiados de Moria, uno de los dos que hay en la isla griega de Lesbos, y ha vuelto para contarlo. Según ACNUR, en Moria se apiñan 5.000 personas (es un campo para 1.400). Todas, según Soriano, intentan adaptarse a condiciones insoportables. 

–Es gente totalmente abandonada. Parece que cualquier noticia va antes que la suya. Y cuando aparece una, la información sobre su situación es irreal.

¿En qué sentido es irreal? Las imágenes sobre los campos de refugiados son dramáticas, pero no se corresponden con el sufrimiento real. Es un drama-circo para consumo europeo. Lo real es que cuando te ven, no te cuentan sus penurias. Te sonríen, preguntan cómo te llamas… Intentan convertir cuatro paredes en un pueblo.

No es un pueblo. Es una prisión.

¿Con todas las letras? El término correcto es campo de detención. Moria está ubicado en una antigua cárcel, en lo alto de un montículo. Con muros, cercas de alambre de espino y una torre de vigilancia. Antes de entrar, me pregunté: "¿Realmente puede vivir alguien ahí?". Y viven, sí. Algunos desde hace demasiado tiempo. Hablé con dos jóvenes de Baluchistán (Pakistán) que llevan allí año y medio. ¿Sabe qué me dijeron?

La verdad es que no. Que estaba al tanto del conflicto entre Catalunya y España.

"Dos jóvenes de Baluchistán me dijeron que estaban al tanto del conflicto entre Catalunya y España"

¿En serio? Baluchistán, que es una región contraria a la política de Islamabad, lleva más de 50 años de insurgencia pidiendo su independencia. Interesarse por mi país es una prueba de que, a pesar de su drama, la gente intenta hacer su vida.

¿Cómo? Han creado una especie de rutina: hacen colas de horas para ser atendidos en el consultorio médico, o para arreglar sus papeles, o para obtener comida. En ese ambiente tan hostil hay calidez humana.

¿Hay una queja común? Me dijeron que un psicólogo les visita dos veces por semana y que es insuficiente.

Según Médicos sin Fronteras, 6 personas son atendidas cada semana por tentativas de suicidio, autolesiones y psicosis. La cifra va en aumento. Y el problema no es que tres familias duerman en una tienda de 25 metros y sufran cortes de agua. Los trastornos vienen de la desilusión. Soñaban con estar seguros en Europa y están encerrados en un centro de detención.

¿Usted por qué se decidió a ir? Porque soy periodista y quiero conocer realidades de primera mano, pero también porque soy protestante. A través de la iglesia baptista me puse en contacto con la oenegé Remar (reinserción de marginados), formada por gente que ha vivido en la calle o ha sufrido alguna adicción. Jesús se implicó en el sufrimiento del mundo, y mi mujer y yo decidimos seguir su ejemplo.

¿Vivían dentro del campo? Dormíamos en Panagiouda, pero nos levantábamos a las 6 y no regresábamos a la habitación hasta las 9 de la noche. Hemos controlado el reparto de alimentos pautado por el Ejército griego y hemos jugado con los niños que acababan de llegar o tenían problemas con sus papeles (a las familias las suelen mandar al campo de Kara Tepe).

Son las víctimas más hirientes. Sí, pero nada les quita las ganas de jugar.  Ellos te hacen olvidar dónde estás. A veces teníamos la sensación de estar en un campamento.

¿Diría que ha sido una experiencia transformadora? Nos ha cambiado totalmente. Te das cuenta hasta qué punto quieres a una persona que no conoces. Quizá los problemas que nos confrontan no sean tan importantes.