MIRADOR

Colau, palabrería y desgobierno

La gestión municipal de Barcelona en Comú empieza a imprimir un aire de fiasco

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JOAQUIM COLL

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El urbanista Jordi Borja, que dio apoyo públicamente en las elecciones municipales a Ada Colau, describía hace meses con crudeza en una entrevista ('El Temps', 18/11/2015) los principales defectos del equipo de Barcelona en Comú y el colauismo: desconocimiento del pasado, sectarismo y amiguismo, prejuicios ideológicos, creerse en posesión de la verdad y desprecio hacia los otros grupos políticos, particularmente una aguda desconfianza hacia los socialistas. Al lado de tantos defectos, Borja subrayaba como cosas positivas la extraordinaria capacidad comunicadora de la alcaldesa, su intuición política y ganas de aprender.

Pues bien, superado el arranque inicial del mandato, en el que la popularidad de Colau siguió subiendo enteros gracias a su fuerte personalidad, la gestión municipal de Barcelona en Comú está demostrando enormes debilidades estructurales que empiezan a imprimirle un aire de fiasco. El amateurismo en política es saludable, incluso exigible, siempre que se refiera a la genuina motivación para ejercer los cargos, y no a su idoneidad o capacidad personal.

La huelga del transporte público durante el Mobile ha puesto de manifiesto que el organigrama del equipo municipal no funciona y que la concejala de movilidad, la ambientalista Mercedes Vidal, se ha desentendido porque no tiene el perfil adecuado. La implicación personal de Colau en el último momento, cosa que ningún otro alcalde había hecho antes, no solo deslegitimó a la dirección de TMB, sino que fue incapaz de evitar el conflicto.

Tal vez creyó que siendo ella la encarnación del “runrún” de la gente, gracias a su pasado activista, con su sola presencia y algunas promesas doblaría la decisión de la sindical CGT de aprovechar de forma maximalista este importante acontecimiento para mejorar los convenios. Pese a todo, el Mobile se queda porque las molestias en el transporte han afectado más a los barceloneses que a la mayoría de los 100.000 congresistas. Afortunadamente, no hay muchas ciudades que puedan ofrecer un nivel tan alto de atractivos de un año para otro. Pero no deberíamos tentar más a la suerte.

Imagínense qué hubiera dicho Colau de esta huelga si, en lugar de ser alcaldesa, estuviera al frente de la oposición. Habría enfatizado lo que antes decía sobre el Mobile, que era un modelo de congreso insostenible y hubiera hecho un frente con la CUP. Confiemos, sin embargo, en su capacidad de aprender y darse cuenta de que necesita imprimir con urgencia un giro a su mandato. No puede seguir gobernando con solo 11 concejales, a base de anuncios y palabrería. Barcelona en Comú debe realizar una oferta en serio al PSC, el único socio de izquierdas que, pese a las muchas dudas que internamente suscita esta posibilidad, se muestra dispuesto a entrar en el gobierno de Colau. Cuanto más tarde, más alto será su precio. La huelga de esta semana lo ha encarecido.