GEOMETRÍA VARIABLE

Las consecuencias políticas del 3%

El PDECat deberá elegir entre su líder más conocido o un nuevo futuro

Artur Mas, ayer por la mañana en Madrid, durante la concentración de apoyo a Francesc Homs.

Artur Mas, ayer por la mañana en Madrid, durante la concentración de apoyo a Francesc Homs.

JOAN TAPIA

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En un tenso debate del 2005, Pasqual Maragall, entonces 'president', le dijo a Artur Mas, líder de CiU: "Ustedes tienen un problema que se llama el 3%". Mas le recriminó que estaba quemando la legislatura que debía pactar el Estatut.

Hoy, tras las declaraciones de Fèlix Millet y Jordi Montull en el juicio del Palau, quedan claras dos cosas. Que Maragall se equivocó porque, en política, que te den la razón 12 años después sirve de poco, y que el 3%, compañero de viaje de CDC, puede ser la sentencia de muerte de Artur Mas. Expliqué el martes que Mas tiene algo que en política es una virtud: una mezcla notable de tenacidad-obstinación y autoconfianza. Y en enero escribí que estudiaba seriamente volver a ser candidato a presidir la Generalitat.

Pero tiene las cosas cuesta arriba. Cuando ganó en el 2010 con un programa de la CiU de Pujol (un catalanismo atrapa-todo) sacó 62 diputados. En el 2012 anticipó elecciones, asumió el independentismo como programa mínimo (no como objetivo de futuro) y bajó a 50 escaños. Ahora tiene 30 en una coalición con ERC, la gran favorita en las encuestas. Y en las últimas elecciones, legislativas de junio del 2016, su partido fue el cuarto en votos, por detrás del PSC al que su 'agit-prop' calificó de traidor y de estar en fase terminal por no seguir su hoja de ruta.

Su cuenta de resultados es... ¿mediocre? Salvador Sostres lo acusa de gafe y ahora el juicio del Palau, el 'caso 3%' de El Vendrell y otras cosas, como las aventuras del matrimonio Bassols (que merecen un artículo), arrojan mucho más que una sospecha de corrupción. El nuevo Partit Demòcrata, el sucesor de CDC, demostró en su fundación que no quería ser un juguete de Mas, pues se rebeló contra el nombre del partido y la dirección que proponía. Ahora deberá optar entre el político más profesional y con mayor grado de conocimiento que tiene o un futuro nuevo que corte con parte del pasado.

No será fácil. Algunos dicen que es obligado liquidar a Artur Mas. Quizá, pero la tarjeta de visita de un partido que entierra a dos líderes carismáticos sucesivos --Pujol y Mas-- tampoco es sugerente ¿Cómo decidir?

En Catalunya, CiU representó --muchas veces bien-- a unas amplias clases medias que querían un partido catalanista-nacionalista y pragmático. No es casualidad que Pujol ganara en 1980 con el eslogan 'Ara convé'. Y el Partit Demòcrata tiene un espacio que no pueden ocupar ni el PP --demasiado conservador y con lideres escogidos a dedo desde Madrid-- ni normalmente Ciudadanos (nació con un tic anticatalanista), ni el PSC, que es de izquierdas y sube impuestos. Pero ahí está ERC, si de izquierdas pero con un líder avispado y pragmático que consiguió atraer a Artur Mas a su idea de nacionalismo.

Los demócratas necesitan saltar dos obstáculos. Uno, la mujer del César debe ser no solo honesta, sino parecerlo. Deben romper, pues, con el Palau, el 3% y el sursuncorda. Dos, su espacio es el de un partido definido por el binomio nacionalismo-pragmatismo, de instinto descaradamente centrista y de inclinación liberal.