Jerusalén, Jerusalem, Yerushalaim, Al Quds

El conflicto palestino-israelí lleva ya más de 60 años produciendo muertos sin lograr avanzar hacia algo parecido a una paz

Manifestantes palestinos queman neumáticos en la frontera entre Gaza e Israel en las protestas contra la inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén el 14 de mayo.

Manifestantes palestinos queman neumáticos en la frontera entre Gaza e Israel en las protestas contra la inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén el 14 de mayo. / MAHMUD HAMS

Sonia Andolz

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El conflicto palestino-israelí lleva ya más de 60 años produciendo muertos sin lograr avanzar hacia algo parecido a una paz. Los muertos caen poco a poco, como gotas pesadas de aceite. A veces se da un repunte de violencia e incluso se llega a la guerra, pero en cuanto los muertos bajan de número -se requieren más de 1.000 al año para que se considere una guerra- el conflicto sigue y sigue.

¿Ustedes saben cuántas personas han muerto en lo que va de 2018 en Israel o Palestina? Parece no importar demasiado porque todo el mundo tiene una opinión sobre este conflicto. Este alineamiento esconde en muchos casos un desconocimiento de la realidad y de los matices. Después de décadas de resoluciones de la ONU condenando a Israel por sus políticas de ocupación sin lograr ningún tipo de mejora, la comunidad internacional ha ido normalizando de facto la situación con relaciones económicas, políticas y comerciales.

Cuestión simbólica

Pocas herramientas demuestran que la paz y el reconocimiento de los palestinos importan aún. Precisamente la más simbólica, es que las embajadas extranjeras estén en Tel Aviv, como no-reconocimiento de la capitalidad israelí en Jerusalén. Allí, a ambos lados de la Línea Verde (la frontera aceptada por la ONU en 1949 y que divide la ciudad en dos partes), hay representaciones diplomáticas duplicadas. Los países que reconocen a Palestina tienen un Consulado General, a modo de Embajada, en Jerusalén Este. En el oeste, los consulados en Israel y que desarrollan funciones consulares.

De ahí que la decisión de Donald Trump tenga un valor simbólico tan importante. Es legítimo que israelís y judíos del todo el mundo sientan la ciudad como propia. Allí estaba el Templo de David, está el Monte de los Olivos y el muro de las lamentaciones. Ahora bien, reconocerla como capital de Israel es negar el derecho palestino sobre la ciudad. Los asentamientos y el muro avanzan incesantes sin inmutarse por las condenas de la ONU.

Asentamientos ilegales

Israel cada vez controla más parte del territorio de Cisjordania e impone allí su administración y arbitrariedad. El llamado Cinturón de Jerusalén, construido con asentamientos ilegales que van rodeando la zona palestina, la restricción de ciudadanía jerosolimitana para los palestinos y el creciente aislamiento por tierra entre los barrios árabes y las comunidades palestinas de Cisjordania son ya suficiente vulneración.

Los palestinos, pero también los israelís, no necesitan que el hermano americano les dé carta blanca para seguir ignorando los acuerdos de paz. No debería estar en el interés de nadie convertir a la ciudad en más polvorín del que ya es. Jerusalén es el conflicto. Trump solo prende una nueva mecha sin tener, que sepamos, un plan de contingencia del incendio que pase por el respeto del derecho internacional.

Uno puede apoyar a Israel, su derecho a existir, a defenderse y a aplicar las normas que así decida su población sin por ello negar que la situación humanitaria para los palestinos es límite desde hace años