En sede vacante

El jersey y los remiendos

Josep Maria Fonalleras

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Hace unos años, el día 11 de septiembre, unos peligrosos humoristas anónimos con irrefrenables deseos iconoclastas se plantaron en el Fossar de les Moreres vestidos de gamba. Llevaban una pancarta que rezaba: «¡Somos una ración!» Quizá tenían razón. O una tapa, que aún es un poco más pequeña, una cata, o unospetits fours, aquellas delicias de chocolate que te traen a la mesa cuando ya has comido los postres. Aquel «apoyaré» deZapaterose ha convertido ahora en un «evaluaré la posibilidad». Un cambio de registro que es similar al océano que separa una nación de una ración, porque no se trata de coser remiendos de terciopelo a los codos del jersey, sino cambiar el fondo de armario porque resulta que la ropa que hay ya nos viene pequeña.

El proceso del Estatut ha sido criticado por innecesario, y no solo por los que lo querrían todavía más pequeño, sino también por algunos que no veían el sentido de meterse en una aventura que podía acabar mal porque nadie sabía dónde tenía que llevarnos. Con los años, la inspiración deMaragall(tan alocada como se quiera) habrá servido, por lo menos, para conocer los límites. Con todos los defectos, de fondo y forma, la reformulación de la ley se basaba en la ilusión de una partida de ajedrez en la que los dos oponentes se trataban de tú a tú y empezaban el juego con las mismas piezas.

Hemos comprobado que no era así. Pero cada día hay más alejados de la periferia radical y del enfrentamiento gratuito que piensan que empieza a ser factible (y necesario) que los peones avancen con normalidad y que exista, tarde o temprano, la posibilidad del jaque. O, al menos, unas mesas negociadas. La «fuerte identidad política de Catalunya» (un eufemismo blando, en efecto) quizá aún es una ración, pero la cocina tecno-emocional hace maravillas.