EL TABLERO POLÍTICO EN ESPAÑA

Izquierda y Frente Popular

El PP ha hecho un denodado desmantelamiento de lo anterior con el empeño puesto en la privatización

IAN GIBSON

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Tania Sánchez ve urgente acabar con "la fragmentación" de la izquierda y unir a esta en torno a un proyecto común. Con sus actuaciones y actitudes recientes, sin embargo, ha ayudado precisamente  a fragmentar aún más la unidad reivindicada. Sea como fuera,  lo que ha escaseado siempre, en España, es una izquierda hecha una piña.  Piña, que si bien es deseable, por muchas razones es de consecución harto difícil. Porque la izquierda, tanto aquí como fuera, piensa y matiza y las discrepancias son inevitables.

No puedo evitar que, en estos momentos políticos tan críticos y fascinantes, me surja a cada momento el fantasma de la debacle  de los progresistas en las urnas de 1933. Ustedes habrán notado, como yo,  que ningún político de izquierdas -e incluyo a Podemos- ha aludido hasta ahora a la necesidad de formar un nuevo Frente Popular para garantizar, en noviembre, la derrota contundente del PP.

Da la impresión de que aludir a dicha aglomeración histórica, aunque de pasada, es estrictamente tabú. La razón, me imagino, es que la reacción inmediata del partido de Rajoy, si se empezara a lanzar una propuesta en tal sentido,  sería de júbilo. Sería así porque le permitiría llamar la atención de su clientela sobre el inminente peligro de la puja por el poder de una versión puesta al día del nefasto complot judeo-masónico-moscovita responsable, según el dogma neofranquista, de la guerra civil,   y dedicado ahora, otra vez,  a la destrucción  de la sagrada unidad nacional y demás valores patrios.

La Segunda República heredó en 1931 una situación económica tan desastrosa o más como la que a lo largo de los últimos años lleva atribuyendo el PP a Zapatero (y eso que el frenesí del ladrillo empezó bajo el mandato de Aznar con la liberalización del suelo).  Pese a ello, el nuevo orden republicano de 1931-1933, inspirado en los ideales de la Institución Libre de Enseñanza que hoy algunos están recordando con nostalgia (se trata del centenario de la muerte de Francisco Giner de los Ríos), hizo en dos años más por la instrucción pública española que lo  logrado en los 40 anteriores, además de iniciar múltiples programas para mejorar la calidad de vida de los menos favorecidos. No podemos, no deberíamos, olvidar nunca las casi 7.000 escuelas creadas entonces. Pero todo empezó a venirse abajo con los comicios  de 1933 y la victoria de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas),  la ingente coalición reaccionaria dirigida por Gil Robles (véase Paul Preston, 'La destrucción de la democracia en España'). Como siempre, la derecha en bloque y la izquierda dividida en un caos de fragmentos.

A lo largo de los dos años siguientes los sucesivos gobiernos del  llamado Bienio Negro procedieron implacablemente, como se sabe,  a  demoler la legislación progresista.

Ante tantos atropellos comenzó poco a poco a cundir la sensatez en el otro lado, pues era obvio, incluso para los más obcecados, que sin un pacto de izquierdas la derecha volvería a ganar la próxima vez. Por fin fue posible el acuerdo pero, como se vería después, demasiado tarde. El daño ya estaba hecho, la conspiración en marcha,  y la crispación, la violencia  y el miedo se habían convertido en  pan de cada día.

Como los gobiernos del Bienio Negro,  el PP  ha hecho un denodado desmantelamiento de lo anterior, con el empeño siempre puesto en la privatización. Las consecuencias -para los valores cívicos, públicos, para la cultura, para la investigación- han sido nefastas.  En muchos momentos  se  ha convertido el Parlamento en un espacio  de injurias, de ademanes desdeñosos. Incluso con algún insulto en voz baja hacia los asesinados rojos y sus familias (ya he llamado la atención desde aquí sobre el silencio estruendoso del PSOE y de Podemos en torno a las 130.000 víctimas todavía en cunetas y fosas comunes). Pagamos a nuestros representantes  para que, entre otras cosas, debatan entre sí, delante de nosotros,  de manera civilizada, serena, razonable. Nunca oí a Zapatero insultar a sus adversarios. Nunca le vi un rictus de desprecio.

Con la espada de Damocles sobre la cabeza, el PP está que rabia. Sabe que muy pronto se le va a acabar el chollo. Yo, mientras, espero que, como al final del Bienio Negro, las fuerzas progresistas de este país se vayan poniendo de acuerdo para que en noviembre se produzca el cambio  decisivo que se necesita. En momentos en que se desmorona el bipartidismo, la  responsabilidad del PSOE es inmensa.  Tiene que estar dispuesto a pactar, con Podemos y otros,  para ser la espina dorsal indispensable de una  nueva política de progreso, con el énfasis sobre lo público, los valores cívicos y la cultura. Entretanto, para empezar, veamos qué resultados nos proporcionan los próximos idus de marzo.