Peccata minuta

Ítaca

Si algo nos está dando el viaje a la mitológica isla (el 'procés', más kafkiano que helénico) no es precisamente una lección de enriquecimiento personal

Olivos, aguas preciosas y perfil sinuoso, así es Ítaca.

Olivos, aguas preciosas y perfil sinuoso, así es Ítaca. / ANDRÉS MOURENZA

JOAN OLLÉ

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En los viejos tiempos de la Nova Cançó, al pasar por taquilla adquirías un pack de dos por uno, ya que frecuentemente las canciones iban acompañadas de un sermón concienciador tan aplaudido como ellas. Mi amigo Joan lo tenía muy claro: algunos y algunas cantautores y cantautoras deberían llevar un esparadrapo en la boca y solo arrancárselo para cantar.

Lluís Llach, que hace ya algunos años anunció su retirada musical, no ha renunciado a la mitad de su oficio: el poeta lírico reconvertido a la épica nacionalista sigue empeñado en guiarnos por la buena senda, que es la suya, dictándonos lo que hay que hacer. La noticia es que el de Els Setze Jutges pretende ahora –según reza el trabalenguas– zamparse el hígado de los ahorcados al sentenciar que los funcionarios que incumplan una chiripitifláutica e inexistente ley deberán ser sancionados. ¡Vaya con el libertario! Naturalmente, los de Junts pel Sí però no gaire (juntos, pero no revueltos) han salido en tropel, en un magistral ejercicio de trilerismo parlamentario, a matizar lo inmatizable, evitando, eso sí, propinarle un coscorrón al deslenguado, como hicieron con Santi Vidal, otro jutge que qué tal. Lo dijo muy sabiamente el valenciano Joan Fuster«Puix que no es pot impedir que un ocell cante, resulta aconsellable d’ensenyar-li solfa». Solfa legal en este caso.

RELEER A KAVAFIS

Sin duda hay que atribuirle a Llach la popularización de la isla de Ítaca, patria imaginaria de Ulises, tan citada posteriormente por el timonel Artur Mas y toda su marinería de agua dulce. Pero aconsejaría humildemente al de L’estaca que releyese los versos de Konstantinos Kavafis, ejemplarmente traducidos por Carles Riba, que durante tantas décadas cantó, por si se le hubiese escapado su sentido último: «Sempre tingues al cor la idea d’Ítaca. Has d’arribar-hi, és el teu destí. Però no forcis gens la travessia. És preferible que duri molts anys i que ja siguis vell quan fondegis la l’illa, ric de tot el que hauràs guanyat fent el camí, sense esperar que t’hagi de dar riqueses Ítaca».

Son muchos los que asocian el desembarco en la isla inalcanzable con la independencia de Catalunya para hacerse con las riquezas de todo tipo que esta, dicen, nos procuraría; pero yerran al dejar de lado la idea fundamental del poema: «Ric de tot el que hauràs guanyat fent el camí». Y si algo nos está dando el trayecto (el procés, más kafkiano que helénico) con todos sus funambulismos, torpezas, patrañas, ocultaciones, mentiras y pronunciamientos como el de Llach, no es precisamente una lección de enriquecimiento personal. Y tengo fundados temores de que los futuros gobernantes de la isla puedan aplicar en ella los mismos truculentos métodos que a lo largo de la navegación. Més lluny, hem d’anar més lluny... ¿Una sentida canción para Maduro