La rueda

Ironías del destino

CiU participó en consolidar un Estado con notables carencias democráticas con una ley de partidos que se le puede aplicar al Partit Demòcrata Català

POLITICA PDC

POLITICA PDC / periodico

ANDREU PUJOL MAS

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La ley de partidos fue aprobada en el Congreso en junio del 2002. ETA estaba en plena actividad y un año antes había cometido una quincena de atentados, incluido el que acabó con la vida del agente de los Mossos d'Esquadra Santos Santamaría. Este caldo de cultivo permitió recortar las libertades democráticas con el pretexto de cortar la financiación del grupo armado. La ley siempre se aplicó, como tantas otras en España, con un marcado sesgo ideológico. Si bien su texto se podría haber usado también contra organizaciones de extrema derecha que concurrían a las elecciones sin problemas, se usó sobre todo para perseguir al independentismo vasco y colocar a Patxi López como lendakari.

El caso es que ETA ya hace seis años que no mata pero la ley de partidos sigue plenamente vigente y se arrastran las consecuencias. La inhabilitación de Otegi que impide que concurra a las elecciones vascas del 25 de septiembre es un ejemplo muy claro. Ahora se ha sabido que el Ministerio del Interior advirtió el Partit Demòcrata Català (o como se acabe llamando) de que se le podría acabar aplicando la ley porque dice de forma explícita en sus textos que no renuncia a la vía unilateral para llegar a la independencia de Catalunya.

Aquel 27 de junio del 2002 entre las grandes formaciones españolas estaba la CiU de Duran apoyando una ley infame y antidemocrática. Ahora esta misma ley se podría volver en contra a la refundación de Convergència y la lección que podemos extraer es que habría sido mucho mejor no haber participado de manera entusiasta en consolidar un Estado con notables carencias democráticas. Vista esta ironía del destino, me vienen a la cabeza aquellos versos de Martin Niemöller -y que hace pocos días recordó Joan Tardà durante la investidura fallida de Rajoy- que terminan así: «Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar».