apuntes

El invierno de nuestro descontento

Josep Maria Pou

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace frío. Es un hecho objetivo, aunque de apreciación subjetiva: hay quien se abriga hasta las cejas y los hay que salen al fresco en manga corta. Cada cual a su gusto. Lo que es evidente es que hace frío, y que catarros y gripes aguardan, agazapados, dispuestos -paradoja de paradojas- a hacer su agosto en pleno invierno. Muchos de nosotros caeremos en sus garras y algunos incluso tendrán que guardar cama. (Otra paradoja: ¿se han dado cuenta de que cuanto más baja la temperatura ambiente más posibilidades hay de que suba la corporal? Desciende el termómetro en la calle y sube el nuestro hasta los sudores de fiebre).

El invierno es la etapa mejor y peor para el teatro. Mejor porque suelen ser los meses estrella de asistencia del público, y peor porque son aquellos en los que parte de ese público sufre de catarro, con accesos de tos más o menos violentos. ¡Con la tos hemos topado! Actores y espectadores la sufrimos por igual, ya sea en el teatro, en la ópera o en los conciertos de música clásica. No tanto en el cine, porque el volumen del sonido es mayor y ahoga ruidos molestos, y mucho menos en los conciertos de pop&rock, porque los decibelios les ganan la batalla a los bacilos.

Banda sonora de toses

Las toses del público son ricas y variadas. Las hay imprevistas, que estallan como por sorpresa, y las hay impertinentes, que se repiten con metódica insistencia. Las hay de explosión incontrolada, y las hay que, pudorosas, intentan mantenerse ocultas en algún rincón de la garganta. Pero todas en conjunto conforman una banda sonora muy distinta a la soñada por el director del espectáculo. Y, por supuesto, la ley de Murphy se cumple de manera inexorable: la tos recurrente aparece siempre en el momento del silencio más emotivo y la estruendosa consigue hacer inaudible la palabra clave.

En algunas ocasiones -en lo más duro del duro invierno- los actores nos vemos obligados a un trabajo de filigrana, intentando colocar entre tos y tos aquellas frases que sabemos fundamentales para la comprensión del argumento; otras, algún director de orquesta, ha interrumpido el concierto para recriminar, enfurecido, la aportación de tanto ruido ajeno a la partitura.

¿La solución? En cada uno de nosotros. En el respeto a los demás. En la buena educación. En abrigarse por las noches. En no salir a la calle sin bufanda. Y en trampear, cada cual a su manera, este «invierno de nuestro descontento», que diría Shakespare.