Polémica por un artículo

De la intuición y sus virtudes

En los conocimientos y avances científicos, el método es a menudo subsidiario de la subjetividad

ANTONIO SITGES-SERRA

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La ciencia buena es arte, no ciencia.

 

Margherita von Brentano

 

Agradezco a lectores y corresponsales su interés por mi último artículo en estas páginas (La evolución de 'La Evolución', el 10 de febrero). Digan lo que digan, a los articulistas nos gusta ser leídos, y aún más ser objeto de controversia. De los buenos y no tan buenos comentarios que he recibido, aquellos que más me han interesado son los que denigran la intuición. Por descontado, no me han merecido la mínima atención los que me tachan de creacionista, pues demuestran no haber entendido absolutamente nada. Sinceramente, me ha sorprendido el rechazo que algunos científicos, supuestos científicos o defensores de la ciencia hacen de la intuición, a la que tienen en muy mal concepto. Mal concepto en el doble sentido de la expresión. Por una parte, sus comentarios denotan una concepción equivocada de lo que es la intuición, y por otra creo que muestran desprecio por la misma, tratándola como si fuera una facultad menor de nuestro entendimiento, algo molesto, acaso un resto evolutivo incompatible con la ensalzada racionalidad de la ciencia.

Sobre el concepto de intuición, más allá de las definiciones que ofrecen los diccionarios al uso, propongo la mía: se trata de una aprensión integral de los fenómenos sin mediación del discurso racional. Aclaro: no es, evidentemente, que la intuición no sea racional (de hecho, la considero una de las más elevadas facultades de la razón); lo que no es es discursiva. La intuición nos aporta un tipo de conocimiento global, no reduccionista y más integrador que el racionalismo analítico; este tiene su papel en el desarrollo de la ciencia, pero ni mucho menos es el protagonista único del mismo. Citaba como ejemplos de cómo la intuición desata auténticas tempestades de conocimiento la manzana de Newton o la botella de vino tinto que empinó Kary Mullis la víspera de ponerse a trabajar en la reacción química que revolucionó el análisis genético. Podría poner muchos más ejemplos, empezando por aquel que la historia certifica como el primero: Arquímedes en su bañera. La intuición debe considerarse como la madre (alumbradora) de nuevos horizontes del conocimiento. ¿Qué sentido tendría, si no, la afirmación de Einstein de que la grandeza de un científico consiste en lo que en él permanece cuando se le sustrae la ciencia?

Suponiendo que alguno de mis críticos estuviera de acuerdo con la definición de intuición que propongo, lo más probable es que negase la posibilidad de que esta aporte algún tipo de conocimiento solvente. Aquí volveríamos a estar en desacuerdo. Mis comentaristas han defendido que el conocimiento astronómico científico y racional nos libró de la intuición medieval de que el Sol gira en torno a la Tierra. Craso error: no caen en el cuenta de que la racionalidad ptolemaica, y no la intuición, era la ciencia vigente hasta que fue cuestionada por Copérnico o Galileo. Precisamente, es la racionalidad del sistema geocéntrico la que fue puesta en duda por las intuiciones y subsiguientes cálculos de los científicos renacentistas. A menudo la racionalidad lleva a defender los conocimientos establecidos secularmente contra las intuiciones que aportan innovación y heterodoxia. Con cinco siglos de distancia, algunos pretenden que el supuesto medieval de que es el Sol el que se mueve era fruto de la intuición, cuando en realidad era un conocimiento de tipo racional. Por supuesto, no siempre las intuiciones o la inspiración se consolidan como conocimiento científico mediante la experimentación rigurosa, pero sin duda marcan las controversias, el debate y, en definitiva, la posibilidad de que la ciencia progrese.

He elegido la cita -algo abusiva- de Brentano que encabeza este artículo porque ilumina el punto de vista que defiendo: que en ciencia el método es a menudo subsidiario de la intuición y de la subjetividad. Además, pone énfasis en el hecho de que la racionalidad es compartida y participada por un colectivo; en cambio, la intuición es patrimonio del individuo y es la que le proporciona la oportunidad de llamar la atención sobre cuestiones que para la colectividad han pasado desapercibidas.

También he escogido la cita de Brentano por tratarse de una mujer. He aprendido muchas cosas de mi trato con el sexo opuesto, pero una en especial: su capacidad de aprehender intuitiva y globalmente la realidad, de hacerla patente sin mediar discurso alguno, mostrando las cosas tal como son en su modo de aparecer. Vulgarmente se habla del olfato femenino para evitar a alguien o de su brujería para acertar en un pronóstico. Obviamente, prefiero hablar de la intuición femenina, cuya capacidad para desvelar la realidad sigue sorprendiéndome a diario. Para todas ellas, y para mis científicos críticos, en sincero homenaje, este discurso sobre la intuición (y que me perdonen por la contradicción de términos).