Mirador
Interpretando a Joan Tardà
Resulta esencial la recuperación de una cierta sintonía ideológica y táctica entre los actores del catalanismo político progresista
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
Joan Tardà escribió el otro día en este diario sobre el futuro de la política catalana a medio plazo para desesperación de los que están pendientes del último tuit. Al diputado de ERC no se le escapa que en el corto plazo hay poco que hacer salvo evitar que empeoren las cosas: que salgan los dirigentes en prisión preventiva, que no entre ningún otro, que el abismo entre los dos bloques no se ahonde todavía más, que las relaciones políticas transversales sobrevivan, digerir el fracaso de la unilateralidad, rezar para que se difuminen las comunidades mentales de nuestros hijos de la medianoche y hacer todo lo posible para que haya un gobierno. Pero su reflexión sobre el acercamiento entre ERC, 'comuns' y PSC tiene poco que ver con dicho gobierno.
Lo primero sería rebajar la tensión rebajar la tensión entre partidos y dirigentes, respetar las ideas respectivas y huir de la suposición de que solo hay una propuesta verdadera
La recuperación de una cierta sintonía ideológica y táctica entre los actores del catalanismo político progresista, hoy maltrecho por un cúmulo de errores de responsabilidad variada, se presume esencial para salir de la crisis interna y externa de la política catalana. También el catalanismo de derechas deberá reagruparse, pero esta es otra guerra. Lo primero es lo primero y lo suyo sería rebajar la tensión entre partidos y dirigentes, respetar las ideas respectivas y huir de la suposición de que solo hay una propuesta verdadera.
Ampliar la base
El acercamiento no tiene ningún futuro si el objetivo es pura y simplemente ampliar la base del independentismo. Ni Catalunya en Comú ni PSC son partidos independentistas ni sus votantes tampoco (o al menos en su mayoría), de querer serlo ya lo serían. Por ahí no hay nada que hacer. Otra cosa es, para ensayar el reencuentro, la identificación de cuestiones nacionales concretas a defender del embate de la derecha españolista más clásica y que en su día formaron parte del núcleo del consenso catalanista: lengua, escuela, sanidad y ahora quizá también renta mínima garantizada. Aquí, los tres partidos progresistas pueden coincidir además con plataformas recién estrenadas como Catalunya i Futur que tiene previsto convocar un congreso popular para pensar el país exigible.
En materia nacional su punto de encuentro es el estado propio, con sus matices. Los socialistas quieren que Catalunya sea un estado federado, los 'comuns' lo ven como un estado confederado y los republicanos proponen un estado independiente. Hay largo camino por recorrer a partir del común denominador de disponer de un estado. A pesar de que pueda parecer lo contrario, esta es una experiencia no explorada, tan solo iniciada con el Estatut original del 2005 y frustrada casi antes de nacer por los de siempre. Aquel estatuto tenía que ser "una declaración de interdependencia desde la libertad de decisión", así fue presentado en el Parlament desde el primer día.
El conflicto con el Estado se ha agravado mucho desde entonces pero por algún punto habrá que recomenzar para examinar a fondo las posibilidades de la reforma constitucional, como dijo Junqueras. Si nadie escucha a Tardà solo nos quedará esperar a que Rushdie escriba sobre nuestras espléndidas comunidades mentales, llámense República o Tabàrnia.
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