La rueda

El interminable 'reality show' de Berlusconi

OLGA MERINO

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Tuvo la delicadeza, por lo menos, de evitar la palabramaricón. Como en la canción deJulio Iglesias, al primer ministro italiano le gustan tanto las mujeres -nada que objetar- que cada cierto tiempo necesita una noche distendida para desatascar el cerebro de preocupaciones laborales. Es mejor que le agraden las chicas guapas, dice, que ser gay. Se trata de la última perla en elreality showdeSilvio Berlusconi, quien capea en solitario el temporal suscitado por sus veladas con menores y prostitutas de lujo.

Aunque cada uno de los 60 millones de italianos parece haber elaborado una teoría sobre cómoIl Cavaliere ha conseguido sobrevivir en política durante casi dos décadas, el fenómeno resulta incomprensible más allá de las fronteras de la bota. Por ello, para explicarlo a los extranjeros y a la posteridad, el periodistaBeppo Severgniniha compilado una gavilla de hipótesis en el libroLa pancia degli italiani(La barriga de los italianos, Rizzoli). Me entero por la prensa de que, entre las razones barajadas por el autor, pesa sobre todo el «factor humano».Berlusconies un tipo campechano y simpaticón, «uno de los nuestros», un donjuán latino que ha sabido hacer pasta, un señor que entiende de fútbol, adora los espaguetis de lamammay dice tacos. Misa por la mañana,fiestuquipor la noche; y encima odia las reglamentaciones. Todo ello muy italiano.

Sin embargo, parece que la razón determinante de su longevidad política pasa por elfactor TINA, proveniente de las siglas en inglésThere Is No Alternative(No hay alternativa). El acrónimo es un invento de Margaret Thatcher; la dama de hierro se cansó de repetir en sus buenos tiempos que el capitalismo de mercado era la única teoría económica factible, y la expresión hizo fortuna. Pues más o menos eso es lo que sucede en Italia: no hay recambio paraBerlusconisobre los restos de una izquierda hecha migas. Una anomalía interesante para teorizar desde la distancia, lo malo es que la falta de alternativas, el llamadofactor TINA, comienza a ser demasiado familiar en otros rincones de Europa.