DOS MIRADAS

Inocente

EMMA RIVEROLA

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No puedo vivir sin ti, dice el maltratador a la joven enamorada. Eres imprescindible, asegura el empresario al trabajador dos meses antes de despedirle. Te conduciré a la tierra prometida, jura el mafioso al subsahariano que morirá en la travesía. Allí vivirás bien, alienta el chulo a la muchacha del Este cargada de sueños.

Yo te enseñaré lo que es el amor, susurra el verdugo al niño antes de colarse en su cama. ¡Vota a la izquierda!, anima el político que, recorte a recorte, rebana el Estado del bienestar. Léeme y serás feliz, promete el escritor que busca una autoayuda para su cuenta corriente. Confía en mí, ronronea la amante chantajista. Entregarás tu vida por Alá y por la liberación de tu pueblo, sentencia el imán al joven sin esperanza. Tú puedes, se dice a sí misma la mujer que ya no llega a nada.

Al final ganarán los buenos, se engaña el que está a punto de perder. Tú eres guai, le dice el camello al crío que quiere ser alguien. ¿Por qué no conectas la webcam?, invita el hombre a la niña. Cómprame y la vida será mejor, repiten las voces en los escaparates.

Pon la otra mejilla y el cielo será para ti, pontifica el que vive en el paraíso. Nadie te querrá como yo, grita el que solo se quiere a sí mismo. Sígueme, yo poseo la verdad, afirma el que acaba robando hasta la realidad. Cree, confía, cede, consiente, profesa, admite, entrega… inocente.