EL ÚLTIMO INFORME PISA

Trabajo en equipo y valores de género

La conexión emocional de las mujeres resulta una potente herramienta para resolver problemas de forma cooperativa

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GEMMA ALTELL

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Numerosos artículos han hablado de los últimos resultados del famoso Informe PISA sobre educación. En este caso se ha centrado en la capacidad para resolver problemas en equipo, en definitiva, la capacidad para trabajar cooperativamente. Como han recogido la mayoría de titulares las chicas han obtenido mejores resultados en todos los países donde se ha medido. No me ha sorprendido este resultado pero sí que, aunque queda recogido en estos titulares, no he encontrado ningún medio –quizá no he mirado suficientemente bien– que haya sido capaz de realizar un análisis en profundidad sobre esta cuestión y extraer conclusiones que nos puedan ser de utilidad para avanzar y mejorar en la educación de nuestros y nuestras alumn@s.

Incapaces de encontrar explicaciones que vayan más allá de barrocas teorías biologicistas se acaba pasando de puntillas sobre el tema ante la constatación, una vez más, que algunas cosas hacemos diferentes en la educación de ellos y ellas. Desgraciadamente esta diferencia no se acaba traduciendo en una mayor igualdad de oportunidades en el ámbito profesional posterior pero esto ya es tema para otro día. 

El concepto que explica, mayoritariamente, la diferencia en la educación de chicos y chicas y que nos acaba ofreciendo este resultado en el Informe PISA sobre resolución de problemas en equipo se llama socialización de género. Hace referencia a todos aquellos procesos que vamos viviendo a lo largo de la infancia –y ya antes de nacer– por los que aprendemos a ser hombres o mujeres. Así, binariamente. No aprendemos a ser personas y vamos eligiendo como queremos ser más allá de nuestro aparato reproductor. No. El modelo social imperante –también llamado sistema patriarcal– nos construye como hombres y mujeres de una determinada manera. Estructuralmente en esta distribución binaria las mujeres salimos perdiendo. El papel que nos toca representar suele estar subordinado al del hombre, es menos prestigiado socialmente y también menos visible.

Análisis en clave de género

Es por este motivo que son tan interesantes estos resultados de PISA si los analizamos en clave de género. Por una vez se muestran, de forma objetiva, evidencias de que aquello que tradicionalmente se ha puesto en valor en la masculinidad y, por tanto, en la forma de educar a chicos/hombres quizá no es lo más útil ni lo que nos aportará mayores progresos en el mundo del presente y del futuro. Valores propios del mundo productivo convencional como la individualidad, la competitividad, la desconexión emocional, el hermetismo y la búsqueda del riesgo han sido centrales  en la educación masculina hegemónica y, parece quedar claro que, para la resolución de problemas de forma cooperativa, no son adecuados.

Los valores
vinculados al género femenino son los que se han infravaloradoen la vida pública precisamente porque están asociados a las mujeres

Por otro lado, las mujeres, relegadas al mundo reproductivo y de los cuidados aprendemos a ser empáticas para entender a los demás, aprendemos escucha activa para poder relacionarnos y cuidar también de los demás, nos familiarizamos con el mundo emocional porque el universo de las relaciones humanas es el que tradicionalmente se nos ha asignado como propio, como forma de sostener la vida. Todos estos valores vinculados al género femenino (que no quiere decir que sean inherentemente parte de las mujeres) son los valores que han sido infravalorados en la vida pública precisamente porque están asociados a las mujeres. Pero PISA nos muestra que acaban siendo herramientas muy potentes en la resolución de problemas en equipo.

Incorporar valores feminizados

Para llevarlo al terreno del día a día convendría recordar que la resolución de conflictos en equipo es fundamental en distintas esferas tan diversas como la gestión de las vidas familiares pero también, los equipos profesionales (difícilmente hoy en día encontramos profesiones que no requieran trabajo en equipo) o en la política. Incorporar estos valores feminizados a espacios que sido tradicionalmente marcados por los valores masculinos contribuiría, como ya he comentado otras veces, a cambiar discursos y relatos que están encallados y centrados en la competitividad y el y tu más. Sin ir más lejos, como ejemplos sin entrar en los desequilibrios de poder, la situación en Catalunya o el conflicto –alentado por el esperpéntico Trump– entre Israel y Palestina 

Así pues… ¿nos podemos permitir que los chicos no incorporen en su educación valores y competencias que les ayudarán a afrontar la vida (la empatía, las emociones, la capacidad negociadora donde todo el mundo gane…)? ¿Tienen derecho las chicas a que se les reconozca socialmente que estos valores los puedan compartir y transmitir ellas y que son imprescindibles para mejorar nuestro mundo?