Indolencia y fe

Es un miércoles de Champions y vivimos en el mejor de los mundo posibles aunque sabemos que la meta es casi inhumana

Banderas azulgrana ondeando en la grada

Banderas azulgrana ondeando en la grada / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Este miércoles se juega un partido de fútbol peculiar. Se trata de intentar tener éxito en una empresa de una gran dificultad. Nunca lo ha hecho nadie. Para muchos, es del todo imposible. Justo tras el derrumbe del Barça en el Parque de los Príncipes de París, la sensación de vacío era notabilísima y la idea de haber bajado a los infiernos sin escapatoria factible era la que dominaba el ambiente azulgrana. Poco a poco, como siempre ocurre en estos casos, incluso en las tempestades más virulentas e inesperadas, al cabo de unos días se regenera la dinamo de la efervescencia heroicala efervescencia heroica. De hecho, es normal. ¿Qué haríamos si no? ¿Preocuparnos por el 'procés', debatir de nuevo la manera de afrontar los meses decisivos? 

Es un miércoles de Champions, vivimos en el mejor de los mundos posibles. Sabemos que la meta es casi inhumana, destinada solo a los semidioses, a los personajes mitológicos, a la ciencia ficción. Es por ello que esperamos el partido con una mezcla de fe y de indolencia. La fe, que es irracional; y la indolencia, que nos evita caer en el desasosiego.

No sufriremos porque ya sabemos que no vamos a pasar, pero trataremos el partido –casi como observadores exteriores– con la vaga creencia, sin nervios, que hay un margen para la victoria. Es como Dostoievski cuando comenzó a escribir 'El jugador'. Ni él mismo pensaba que la terminaría en cuatro días. Y lo hizo. Y mira, hay cosas que parece que no, pero al final son que sí.