El independentismo debe decidir su prioridad

Las opciones son gobernar, aceptando el marco legal, o apostar por un Puigdemont que no puede regresar

Carles Puigdemont, durante su mensaje de fin de año desde Bruselas.

Carles Puigdemont, durante su mensaje de fin de año desde Bruselas.

Joan Tapia

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Catalunya ha sufrido ya tres elecciones dramáticas y decisivas (2012, 2015 y 2017) en cinco años. Y las últimas, convocadas por Rajoy en base al 155 y en medio de una gran incertidumbre política que ha provocado -aparte de una creciente fractura social con grandes manifestaciones de signo contrario- el éxodo de las sedes de los dos bancos catalanes y de muchas empresas, así como un fuerte descenso del turismo en Barcelona.

Andreu Mas-Collell, un independentista atento a la realidad, lo reconocía el domingo en el 'Ara', e insistía en que es esencial que esta legislatura dure cuatro años y se recupere cierta normalidad. Y un experto de la industria hotelera me dice que hay relevantes congresos en el aire y que lo esencial -otra vez la palabra "esencial"- es reducir la conflictividad. Caso contrario, la baja de pernoctaciones, paliada en parte con reducción de precios, podría convertirse en crónica.

Pero el independentismo, que salvó por los pelos su mayoría absoluta bajando de 72 a 70 escaños y que tiene, por tanto, legitimidad para gobernar (no para repetir aventuras), está dividido en cuatro sectores -Puigdemont y los suyos, PDECat, ERC y la CUP- y no parece creer que la prioridad sea frenar el deterioro con la legislatura responsable que piden los agentes económicos y sociales.

Estos días lo que estamos viendo es una lucha sorda y descarnada entre el PDECat y ERC. Unos dicen que solo Puigdemont (cabeza de la segunda lista más votada y de la primera independentista) puede ser presidente porque todo lo otro sería admitir el 155. ERC responde qué si Puigdemont no vuelve, como prometió, por temor a ser detenido, el elegido debe ser el antiguo vicepresidente, Oriol Junqueras, que encabezó la tercera lista más votada. Olvidan -cuando ya faltan pocos días para la constitución del Parlament- que no es seguro que ocho diputados electos independentistas puedan votar (algunos deberán ser sustituidos) y que es casi imposible que Puigdemont sea elegido via telemática. Y mientras esté en prisión, Junqueras tampoco lo tiene fácil.

Situación endiablada

El independentismo debería pactar ya un candidato y un programa realista para afrontar la endiablada situación. No lo hace. Desde el entorno de Puigdemont se reta (quizá se chantajea) a ERC, y también a Cs, PSC y el Gobierno de Madrid, a unas nuevas elecciones en junio si no se permite que el líder de JxCat sea elegido por algún sistema excepcional. Parte del independentismo estaría así dispuesto a prorrogar seís meses mas la parálisis que tanto daña a Catalunya.

Es difícil que este escenario se imponga. ERC no querrá suicidarse junto a Puigdemont y el PDECat concluirá que repetir la conflictividad de los últimos meses lleva al precipicio. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién dice en voz alta que saltarse la legalidad fue un grave error en el que no se puede insistir sin graves costes para todos? Admitir la realidad será duro para los que creyeron que bastaba y sobraba con el 47,8% de los votos. Negarla sería apostar a "cuanto peor, mejor".