Incógnitas para el 2015

XAVIER GINESTA

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Por San Esteban, mientras Catalunya se comía los canelones y los países de la Commonwealth celebraban el Boxing Day, Mariano Rajoy volvió al trabajo y a hacer balance. Triunfalismo en estado puro para poder aspirar a un "despegue económico" durante el próximo 2015, posiblemente también que le inyecte un poco de aire fresco para afrontar la reelección.

Cuando la OCDE sitúa a España como uno de los territorios donde más han incrementado las desigualdades --entre el 10% de población con una renta más baja y el 10% que la tiene más alta-- desde el inicio de la crisis (en términos absolutos sólo por detrás de Turquía, México y Estados Unidos); o la subida del salario mínimo interprofesional se convierte en ridícula (sólo 3 euros), para equipararlo con países líderes en Europa, las palabras del presidente español sólo sirven para vender humo. De hecho, cuando las encuestas ponen en evidencia que el bipartidismo español está tocado y dan a Podemos la alternativa para poder poner patas arriba el sistema de partidos, que Rajoy enarbole la bandera de la estabilidad que ha significado la alternancia PP-PSOE en la Moncloa también bordea el ridículo.

El balance de Rajoy es de mirada estrecha, de aquellos que han sido cocinados en un despacho sin salir a la calle; pasear por el país, un ejercicio que recomendaría a muchos de nuestros líderes políticos, en Barcelona y en Madrid, para que puedan captar, más de primera mano, el clima que se respira entre los votantes. Rajoy no se da cuenta de que el año nuevo, si algo anuncia, es una incógnita brutal sobre cómo será el país en un futuro. En un curso que, previsiblemente, se vivirán tres elecciones de trascendencia indiscutible (municipales, las catalanas y las generales) todo es posible. Por mucho que las encuestas están cocinadas, y cada una acaba radiografiando lo que más interesa a quien la contrata, casi todas ponen de manifiesto el auge del partido de Pablo Iglesias. Y, si éstas no fallan, el 'turno pacífico' español tiene los días contados, a la vez que el proceso independentista catalán también puede tambalearse.

Por un lado, en un escenario de desigualdades crecientes y de recortes en el estado del bienestar, Podemos representa la alternativa fácil, el voto de castigo evidente contra el 'establishment'. Podemos es un partido que ha acabado asumiendo los tics del sistema que él mismo critica --incluso la jerga, la mismo que también usa su denunciada "casta"--, pero de apariencia obrerista, limpio de corrupción, capaz de ilusionar a quienes hasta ahora sólo veían oscuridad en su vida gracias a la buena oratoria de un líder mesiánico; líderes surgidos de algunas facultades de Ciencia Política --sobre todo, de la Complutense-- que saben perfectamente cómo poner patas arriba el sistema aprovechándose de sus fallas, la complicidad de algunos sectores del poder mediático y el dominio de la psicología de las masas. Opción legítima, posiblemente también necesaria en la España actual --donde se ha roto el pacto social y el pacto territorial, que dicen ellos--, pero donde creo que hay más fachada que trasfondo: el desdibujamiento de su programa de izquierdas, con el paso de los días, ya ha sido un hecho. En Catalunya, sin embargo, la CUP hace años que propone una alternativa de izquierdas y obrerista, forjada realmente en la base, para todos aquellos que quieren un cambio radical en el sistema de partidos.

Por otra parte, sin embargo, la irrupción de Podemos en la política catalana genera incógnitas respecto al movimiento independentista. A día de hoy, el éxito del proceso había sido que el eje nacional se había puesto por delante del eje social --la mayoría era consciente de que la obligación de construir un nuevo país necesitaba de unión entre liberales y socialdemócratas--. Pero, el debate sobre las listas (única o separadas con una marca paraguas) y la consolidación de Podemos en las encuestas sobre el futuro arco parlamentario catalán han vuelto a poner el eje social en primer plano. La política catalana se vuelve a regir, como lo ha hecho siempre, sobre un doble 'cleavage' muy marcado: el centro-periferia y el capital-trabajo. En este escenario, el debate entre CiU y ERC sobre las listas empieza a ser estéril y cansar a la gente, mientras que Podemos recoge un votante metropolitano, la mayoría del cual no estaba movilizado por el proceso, y ahora concurrirá también en masa a las elecciones autonómicas. Esperamos que Artur Mas y Oriol Junqueras no se atraganten con las uvas de fin de año: ahora hay prisa y hay que ser más estrategas que nunca si quieren que el proceso siga adelante.