Análisis

Incertidumbres electorales

Nadie quiere asumir claramente una hoja de ruta constituyente y a la vez antiausteridad

Jordi Turull y Josep Rull ante el cartel electoral de Carles Puigdemont

Jordi Turull y Josep Rull ante el cartel electoral de Carles Puigdemont / FERRAN SENDRA

ESTHER VIVAS

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La polarización marcó las elecciones del 27-S, y el frentismo subirá varios escalones el 21-D. El bloque del 155 llega a esta nueva cita a la ofensiva. Las manifestaciones antiindependentistas son la mejor prueba de un electorado movilizado. Si la participación crece el 21-D, lo hará por este lado. Ciutadans, sin desgaste de gobierno ni casos de corrupción, capitalizará este malestar arrinconando a un PP asociado a la corrupción, con un discurso ultra y que ha perdido el combate del voto útil antiindependentista.

Iceta, una vez más, hará valer su experiencia política, y si el 27-S aguantó, y bien, la hecatombe electoral, ahora podría por primera vez en años impulsar hacia arriba al partido. Sin embargo, un eventual buen resultado no resolverá sus problemas de fondo y servirá para reafirmar una orientación que es la causa histórica de su crisis: la adopción de una agenda neoliberal y la pérdida de vínculos con el catalanismo.

El bloque independentista enfrenta estos comicios a contrapié, después de que el movimiento llegara a su clímax, desbordando a propios y extraños. El éxito del 1 de octubre, y el cierre en banda del Estado, dejó al Gobierno catalán en una situación de parálisis. Todas las limitaciones del procesismo afloraron de golpe y el independentismo no ha sido capaz de articular una propuesta estratégica que resulte creíble. ERC era la c andidata natural a ganar la mayoría dentro de este bloque, pero la jugada de Puigdemont, con una candidatura hecha a medida que permite al PDECat camuflarse en estas elecciones, no se lo pondrá nada fácil. La CUP sacará la carta de la calle y la coherencia ante las limitaciones procesistas, pero sin tener una política clara para interpelar a la base social de la izquierda no independentista.

En medio, los comuns con la difícil, por no decir casi imposible, tarea de romper la dinámica de bloques en un escenario de extrema polarización. Su posición expectante y pasiva les puede pasar factura en un contexto donde el proyecto de una nueva mayoría política estatal y un referéndum pactado, vista la actual aritmética en el Congreso, resulta poco viable. Todo ello dibuja un escenario donde ni independentistas ni comuns tienen una hoja de ruta motivadora y creíble. ¿Momento de replantearse cosas? En plena campaña electoral, difícil.

La cuestión decisiva, y que no parece estar explícitamente en la agenda de ningún partido, es si el independentismo de izquierdas y las fuerzas de izquierdas no independentistas serán capaces de encontrar alguna vía de trabajo conjunta en torno a un horizonte constituyente y un programa antiausteridad. El independentismo sin contenido social, primero la independencia y luego el resto, ha mostrado sus límites; y la política «a la espera» de los comuns, también. El reto es pensar una agenda constituyente y a la vez antiausteridad. Aquí radica la posibilidad de una hoja de ruta de cambio real, que nadie quiere asumir claramente. Y cuanto más se tarde en definir esta propuesta de futuro más difícil será llevarla a cabo