Dos miradas

In-Inde-Independència

EMMA RIVEROLA

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Al ritmo de ese grito marcharon miles de personas en Barcelona el verano pasado. No era el lema de la manifestación ni todos lo coreaban, pero su fuerza, su ímpetu, fue indiscutible. Apenas unos días más tarde nacía Solidaritat Catalana. ¡In-Inde-Independència!, gritaban las nuevas y las viejas siglas del independentismo. Coreaban con fuerza. Cada una pugnando para que su alarido fuera más fuerte que el de la otra, convirtiendo el clamor en un arma intestina. Y tal fue la bulla, que muchos de los ciudadanos que habían coreado el grito castigaron con el silencio -sin su voto- a buena parte de los grillos de la olla.

Ahora, con la agilidad de un trilero, Joan Laportaha pasado de un cubilete a otro, intuyendo mayor resonancia bajo el altavoz de ERC. ¡In-Inde-Independència!, el grito vuelve a elevarse para tratar de acallar la incoherencia. Pronto se verá si los votos premian la variación o si, en una paradoja más de la historia, en un momento en que otras formaciones han perdido su discurso, hay un grito en la calle que nadie es capaz de representar con dignidad y generosidad. Un grito que puede ser de anhelo, de esperanza, de exasperación o de desencanto. Una quimera o un futuro. Pero más allá de lo que se entrelace entre sus sílabas, se merece que surja una voz que deje de escucharse a sí misma, se llene de silencios, se arremangue y, simplemente, se ponga a trabajar.