Dos miradas

Impulsos creativos

Banksy tritura 'La chica con globo' y la convierte en tiras sin que deje de ser cuadro y sin que dejen de ser tiras

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Josep Maria Fonalleras

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Cuando me enteré de la última broma de Banksy no supe si elegir entre las fallas de València o la novelita espléndida de Balzac sobre Frenhofer, el pintor que pinta y despinta su obra maestra, que es desconocida no porque no se pueda ver, sino porque, de hecho, no existe. De tanto buscar la perfección, Frenhofer solo admite la existencia de un fragmento de pie: el resto no le satisface lo suficiente, y el pie, lo justo.

La historia del arte está llena de episodios donde las piezas se destruyen, tanto por la insatisfacción extrema del artista como por la irrupción de circunstancias ajenas, digamos bombardeos, incendios de museos o atentados radicales, con pátina moralista o sin ella. Y luego están las fallas, la liturgia del fuego, es decir, la expresión (más o menos) artística que tiene, como culminación, la propia (y provocada, delirante, festiva) destrucción. Banksy, a la hora de cargarse el cuadro que no era sino una copia en tela de un grafiti, dicen que citó a Picasso, que no sé si valoraba las fallas, pero sí que conocía a fondo la obra de Balzac. "El impulso de destruir también es un impulso creativo", dicen que dijo. Claro. Lo tienen los falleros y lo tenía Frenhofer. Y ahora lo tiene Banksy, que tritura 'La chica con globo' y la convierte en tiras sin que deje de ser cuadro y sin que dejen de ser tiras, y la convierte en una pieza renovada -'El amor en la papelera'- que, esta vez, sí, es original y posee un valor añadido porque fue creada 'in situ'. El impulso de ganar dinero es también muy creativo.