El epílogo

Igualdad en plena crisis

ENRIC Hernàndez

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Bien que con suma lentitud, el principio de la igualdad entre hombres y mujeres avanza en el mundo laboral. Las ayudas públicas, aún más codiciadas en plena crisis, empiezan a animar a las empresas a implementar medidas que combatan la discriminación por razón de género y fomenten la conciliación familiar. Bien está, pero no basta. La discriminación positiva no deja de ser un remiendo para unas costuras sociales tan obsoletas que a punto están de desgarrarse.

Más por menos. Ese es el sacrificio que las autoridades demandan a los trabajadores para hacer frente a una recesión que nos ha puesto de patitas en la realidad. Puesto que no éramos tan ricos como creíamos –o nos hicieron creer políticos y banqueros– en plena orgía inmobiliaria, ahora debemos apretarnos el cinturón: trabajar más por un sueldo inferior, y con menor estabilidad, para que el país gane competitividad; posponer nuestra jubilación para ahorrar en pensiones; y, pronto, pagar un diezmo a la sanidad pública que amortigüe una saturación que la aboca a la quiebra. Todo ello para brindar al Estado los recursos precisos para, entre otras cosas, evitar el colapso de algunas cajas de ahorros, sin que nadie pida cuentas a sus gestores de los desmanes cometidos.

Si nos toca trabajar más horas y más años a cambio de menos prestaciones sociales, ¿dónde queda la conciliación de la vida laboral y familiar? Con salarios aún más bajos, ¿cómo pretender que haya más padres y madres que reduzcan su jornada (y por tanto su sueldo) para atender a los hijos? Siendo este el factor que más limita las expectativas laborales y retributivas de las mujeres, y al tiempo la natalidad, los estímulos públicos a las políticas de igualdad serán baldíos si dan la espalda a la realidad de un mercado laboral en vías de precarización.

El machismo femenino

Otra amenaza que se cierne sobre la igualdad es el integrismo de algunas de sus profetas, que la conciben como una cruzada: todas las mujeres son ejemplares por el mero hecho de serlo, todos los varones habitan todavía en la caverna. Los tics machistas no son solo cosa de hombres.